Una oenegé birmana denunció el asesinato de más de 30 personas, entre ellas mujeres y niños, cuyos cadáveres aparecieron calcinados tras un ataque del Ejército de Birmania, que tomó el control del país en febrero mediante un golpe de Estado. El Grupo para los Derechos Humanos Karenni asegura en un comunicado publicado este sábado en las redes sociales que las víctimas son desplazados internos que murieron a manos de los militares en una carretera cercana a la población de Moso, en el estado Kayah, en el este del país y fronterizo con Tailandia.
La oenegé, que acompaña el comunicado con fotografías de la matanza, calificó el incidente de “horrenda violación de los de derechos humanos”, y reclamó juzgar a los responsables. Según la versión de la prensa oficialista, los militares abatieron a un número indeterminado de “terroristas armados” que viajaban en siete vehículos y que no tenían intención de parar ante el requerimiento de los oficiales.
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El estado Kayah es uno de los escenarios donde las guerrillas étnicas armadas plantan cara al Ejército, que se ha ensañado desde la toma de poder del 1 de febrero contra esta y otras zonas controladas por los rebeldes que se oponen al gobierno golpista. Lla guerrilla Fuerza Nacional para la Defensa Karenni (KNDF, en inglés) subrayó que las víctimas son civiles y que no forman parte de sus filas, recoge el portal de noticias Myanmar Now.
“No sabemos exactamente cuántas mujeres, hombres y niños hay entre los quemados. Algunos se convirtieron en cenizas, otros se carbonizaron (…) Los (cuerpos) ya no son reconocibles o identificables”, dijo un comandante del KNDF. Birmania ha entrado en una espiral de crisis y violencia desde que los militares liderados por el general Min Aung Hlaing tomaron el poder en un golpe de Estado el pasado 1 de febrero.
Además de protestas pacíficas y un movimiento de desobediencia civil, se han formado milicias civiles que han tomado las armas junto a las guerrillas étnicas que llevan en conflicto con el Ejército birmano desde hace décadas.
Tras casi 11 meses después de la asonada, la junta militar sigue sin tener el control completo del país a pesar de la brutal violencia utilizada contra la disidencia que ha causado hasta la fecha al menos 1.365 muertos, según una organización de activistas birmanos.
El Ejército birmano justifica el golpe por un supuesto fraude electoral en los comicios de noviembre de 2020, en los que ganó claramente el partido de la depuesta líder civil Aung San Suu Kyi, y que fueron considerados legítimos por los observadores internacionales.