El noviazgo adquiere peso para el sexo femenino y masculino en la adolescencia con distintos patrones según estratos sociales.
En los estratos pobres el noviazgo tiende a ser una etapa más corta que en los estratos medios. En ambos estratos las familias prohíben las relaciones sexuales desde el noviazgo a las adolescentes, no así para el sexo masculino. Sin embargo, en los estratos medios y altos las adolescentes logran ocultar la actividad sexual, no cuentan con el sistema de control vecinal que existe en los estratos pobres. En los estratos pobres la familia se entera y expulsa a la adolescente activa sexualmente porque ya “vive con el novio”.
La posesión es un rasgo predominante en las relaciones de noviazgo entre adolescentes. Solo en relaciones sin compromisos como el “mangue” “chapeo” o “coro” se rompe con este patrón de posesión, teniendo la joven libertad para acceder a la relación en el momento en que quiera a partir de posibles transacciones.
En el noviazgo el joven se siente con el derecho sobre el cuerpo de su novia y con ello la reprime y castiga cuando asume conductas “inaceptables” para él.
Los celos se convierten en un indicador de “cariño” y “amor” para las parejas adolescentes de ambos sexos cuando en realidad son un indicador de control-posesión y un factor generador de violencia verbal y física. Los estilos de sanción que ejercen los adolescentes contra las adolescentes que son sus “novias” están mediados por golpes, insultos, violencia psicológica y sexual.
Las jóvenes adolescentes tienden a legitimar la violencia de que son víctimas y muchas veces ocultan las prácticas de violencia frente a su familia porque no tienen confianza en sus padres-madres para dialogar sobre ello. Esta barrera en la relación familia-adolescente genera desprotección y vulnerabilidad frente a la violencia de género y el abuso sexual.
La violencia de género se presenta como una espiral que crece y se expande en todo tipo de relación entre hombre-mujer, más aun cuando en estas relaciones existen dimensiones afectivas y sexuales. Esta violencia tiene sus raíces en los sustratos culturales del patriarcado que le da poder al hombre sobre la mujer y la convierte en su objeto y su propiedad independientemente de la existencia o no de acuerdos matrimoniales como en el noviazgo o cuando esta relación de pareja es efímera y espontánea.
Estos patrones de violencia de género que inician en el noviazgo son reforzados por los grupos de pares. La ruptura con los círculos de celos-posesión-control debe integrarse en la sensibilización y educación de niños-niñas y adolescentes desde la orientación psico-afectiva en los centros educativos y en la vida familiar-social.