DESDE EL TEJADO
La parábola de la iglesia levadura

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Uno de los datos más ciertos de Jesús de Nazaret es que predicaba usando parábolas. La parábola no es un cuentico para gente ignorante, sino un relato que le revienta adentro a quien lo escucha y le mueve a decidirse en la dirección que Jesús le muestra. La parábola no sólo explica cuál es el paso a dar, sino que te levanta y te mueve en la dirección correcta.

El asunto que interesó a Jesús por encima de todo, fue el Reino de Dios. El Reino no se refiere una estructura política con fronteras, bandera y moneda. Anunciando el Reino, Jesús apuntaba hacia a una realidad actuante en la historia y los corazones.

Por extraño que parezca, Jesús no se predicó a sí mismo, sino que atrajo la atención de sus oyentes hacia el Reino. Por ejemplo: “El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente” (Mateo 13, 33).

Jesús compara el Reino con una de las realidades más corrientes: la levadura, presente en todas las casas. Al igual que todos los grupos religiosos, los cristianos también estamos tentados de buscar adeptos y establecer la valía de nuestra Iglesia, a base de prácticas esotéricas: trajes extraños, profecías terroríficas y discursos altisonantes. Jesús compara al Reino con la levadura cotidiana y sencilla en la mano franca de una mujer.

A veces los cristianos nos parapetamos en conciliábulos apartados de la gente, nos blindamos detrás de reglas exquisitas. Jesús habla del Reino como de una realidad que se pierde y se mezcla sin miedos ni complejos con la masa.

La levadura no se asusta de estar siempre en minoría ante las tres medidas de harina, porque sabe que por dentro le camina un dinamismo capaz de sacar lo mejor de toda la harina con la que se amasa y en la que se pierde, sin remedio ni lamento para fermentarla y transformarla entera en un pan para todos. ¡Nunca tan linda la Iglesia como cuando es levadura!

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