Este Domingo, las lecturas nos enseñan: en Navidad, no se lleve de imitaciones, hágale caso al único especialista calificado: el Señor.
Para comunicarse, un país depende del buen estado de sus caminos. Las lluvias, el uso continuo y los vehículos pesados deterioran las carreteras. Nadie se libra de repararlas.
Estos días de preparación a la Navidad, no se pierda en ajetreos o excesos. Antes que nada, repare su comunicación y relaciones con las demás personas. En algunos casos, habrá que construir desde cero y “preparar un camino, una calzada”.
En otros, habrá que “levantar” lo deprimido o desanimado; abajar “las colinas” del engreimiento, “enderezar lo torcido” e igualar “lo escabroso” tal y como lo pide el Señor por boca de Isaías 40,1-5.9-11.
Celebre una Navidad tan sana, que se pueda vocear “desde un monte”. Déjese renovar por “la gloria de Dios”. Que “el poder y el brazo del Señor” le fortalezcan en Navidad para tratar con ternura a los que caminan la vida junto a usted.
Navidad: hora de reunir y reconocer a los que caminan la vida cono nosotros, hora de tomar en brazos a los corderos que cojean y dar reposo y sustento a tantas doñas gastadas de tanto dar vida.
Cualquier persona seria se da cuenta de su falta de amor. Eso es lo que los creyentes llamamos “pecado”.
En Navidad, celebramos la cercanía de Aquél que perdonó pecados. Ahora es un buen momento de reconocer el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer. Celebre Navidad “en paz con el Señor” (2ª Pedro 3, 8 – 18).
Si su esperanza navideña se reduce a buenos deseos humanos, se le irá como agua entre los dedos. Celebre el nacimiento de Jesús y sentirá dentro de usted la fuerza del Espíritu Santo (Marcos 1,1-8).