Jesús fue un hombre transparente. El Evangelio de hoy nos lo presenta exhortando así a sus discípulos: “Lo que les digo de noche, díganlo en pleno día, y lo que escuchen al oído pregónenlo desde los tejados” (Mateo 10, 26 – 33).
El mensaje de Jesús estaba tan lleno de verdad y de luz, que se podía gritar desde los tejados, el punto más alto de aquellos pueblitos de la Galilea del siglo primero.
En su Mensaje del 27 de febrero del 2015 los obispos dominicanos señalaban “la debilidad institucional” como fuente de desasosiego.
Entre nosotros, “se tiene la sensación de que basta ser guapo y prepotente para imponerse y hacer lo que le parezca en las instituciones y en los ambientes en que se vive” . Esa debilidad institucional se percibe en lo que toca a “…la salud, la vivienda, la sanidad, el descanso, el trabajo, la circulación pública, la seguridad personal, la realización de contratos y la justa distribución de los bienes y servicios públicos”.
Esta debilidad institucional se refleja especialmente en los aspectos fiscales, es decir, en la manera en que el Gobierno recauda y gasta los recursos que son de todos los dominicanos. Al gasto público todavía le falta mucha transparencia, lo que a su vez es indicio de políticas públicas poco articuladas.
La mayoría de la gente siente que el gasto del Gobierno no impacta consistentemente su vida cotidiana, experimentando un mayor sentimiento de inseguridad.
En muchos casos, la inexistencia de transparencia en el modo en que se utilizan los fondos públicos lleva a mucha gente a preguntarse: “¿se están usando adecuadamente los dineros de todos? (Nos. 28-30)”.
Que todos los funcionarios declaren sus bienes y habremos dado un paso hacia la transparencia, base de la justicia y del orden que nos faltan.