DESDE LOS TEJADOS. En viaje al Pico Duarte nos perdimos.

DESDE LOS TEJADOS. En viaje al Pico Duarte nos perdimos.

Confiábamos en los guías y ellos se confiaron en su pericia. Caminábamos rápido, queríamos reservar mucho espacio en la Guácara para levantar las tiendas para más de 135 caminantes. Nuestros guías se olvidaron de que antes de la verdadera bajada interminable a la Guácara, hay otra que empieza igualita. Se perdieron los guías y nos perdimos todos. Caminamos en vano: dos horas bajando y dos para arriba. Luego retomamos el camino verdadero con cuatro horas inútiles en los pies.

Los sectores dirigentes de nuestro país están confiados: los turistas y cruceros llegando, los mangos, aguacates y cacaos creciendo, los edificios levantándose. Todo eso es bueno y da confianza. Vamos rápido hacia la bajada de las próximas elecciones, ¡ya estamos en campaña! Y la gente lista y ciega para marchar voceando consignas y agitando banderitas. Muchos discuten quién debe ser chofer del mismo concho. Pocos hablan del motor y casi nadie de la ruta a tomar.
¿Podemos bajar tranquilos hacia las próximas elecciones en un país donde la mitad de la población ya está condenada a vivir y morir pobre?
Yo viví en una República Dominicana donde usted podía ir a pie de Guachupita a los Guandules un viernes a las 11 de la noche, saludando vecinos en camiseta, jugando dominó. Ni lo piense ahora. Escuchábamos aterrorizados historias de robos y asesinatos en otros países. Pensábamos que nunca nos tocaría, ¡y ya nos tocó!
Y la pesadilla que viven los venezolanos desde hace 20 años, ¿no nos tocará a nosotros? Es bueno que haya elecciones, todavía mejor sería buscar un modelo económico que genere más puestos de trabajo y una justicia que funcione mejor que la pelota. Nos puede tocar un iluminado ciego que el pueblo desesperado siga ciegamente.

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