Lo central del mensaje de Jesús de Nazaret fue el anuncio del Reino de Dios. En palabras de hoy en día: Dios está estableciendo su dominio en medio de nuestras vidas para crear oportunidades que exigen cambios y decisiones.
En el Evangelio de hoy, Mateo 13, 24- 43, Jesús predica sobre el Reino empleando una parábola. En el campo, donde habían sembrado buena semilla, vino el enemigo mientras la gente dormía y sembró cizaña.
Los criados le preguntan al dueño, ¿quieres que arranquemos la cizaña? El patrón responde: “No, no sea que al arrancar la cizaña, puedan arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega”.
Entonces quemarán la cizaña y el trigo lo almacenarán en los graneros.
En la actualidad, encontramos a mucha gente muy preocupada con “el enemigo y sus acciones maléficas”.
A Jesús, en cambio, lo que le interesa es el trigo, cuyas espigas verdes de esperanza anuncian la cosecha y el pan de las familias.
¿Tenemos ojos para ver las espigas de trigo entre nosotros? Grupos que reclaman el fin de la impunidad, una ley de partidos, transparencia en el gasto público, una justicia eficaz e independiente, protección a la niñez y la mujer, organizar la frontera, reforestar las cuencas de los ríos, posibilitar el ahorro hacia viviendas dignas, podar las bancas de apuestas, por citar solo unos cuantos.
Algunos se meten entre los sembrados de este trigo y aplastan las espigas con el pretexto de arrancar la cizaña, presente en todo esfuerzo humano.
Por amor al trigo, nos toca insistir más en el verde de las espigas “amarillas”. Nos toca convencernos de la fuerza transformadora de los principios, verdadera levadura de la sociedad.
Estos pequeños y multiformes esfuerzos de una justicia más humana, serán algún día árboles donde puedan anidar ciudadanos más dichosos que nosotros.