Desde los tejados
Una alegría diferente

<P><STRONG>Desde los tejados <BR></STRONG>Una alegría diferente</P>

En los medios de comunicación se representa a los creyentes como gente lúgubre y ratones de funeraria. Los alegres son la gente del exceso y el desorden. ¿Quién trae el llanto y el luto a los hogares dominicanos, la gente de los excesos y el irrespeto, o los de la alegría serena y constructiva?

Es cierto que la Escritura contiene páginas  de luto y llanto, pero también páginas como el Evangelio de hoy (Juan 15, 9 – 17) donde Jesús enseña a sus discípulos así: “Les he hablado esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría llegue a plenitud”. Me toca explicar dos alegrías: la de Jesús y la nuestra.

Veamos en qué consiste la alegría de Jesús.   Una de las grandes alegrías es saberse amado por alguien que nosotros queremos y apreciamos. Cuando alguien nos quiere, así, verdadera y espontáneamente, es como si saliera el sol sobre nuestras vidas. ¿Qué será saberse amado por el Padre? Ésa es la fuente insondable de la alegría de Jesús: saberse amado por el Padre desde siempre.

Pero la alegría de Jesús se ensancha todavía más porque nos ama incondicionalmente. Cualquiera cree que en el amor, la persona amada es la única que recibe, pero el amor, desde antes de que viaje a su destinatario, ya alegra al que ama con una dicha profunda. Jesús nos ama con la misma incondicionalidad con que el Padre le ha amado y esto le alegra profundamente.

La alegría de Jesús alcanza nuevas dimensiones por el hecho de llevar a cabo “los mandamientos de mi Padre”.

No sólo es la dicha de la tarea cumplida, sino de poner el corazón donde mismo lo pone el Padre.

El texto del Evangelio de hoy nos permite explicar en qué consiste nuestra alegría de acuerdo a Jesús. Nuestra alegría proviene de permanecer en el amor de Jesús y en cumplir sus mandamientos. ¿Alegría y mandamientos juntos? Mire en qué consiste el mandamiento: “Este es mi mandamiento que se amen unos a otros como yo les he amado”.

¿Será este amor un sentimiento ingenuo que no tiene en cuenta los tiburones entre los que nadamos? Jesús enseñó: “nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos”. ¿A dónde nos han llevado nuestros excesos? ¿A dónde nos llevaría esta alegría diferente?

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