Desde los tejados

Desde los tejados

Una de las parábolas  más sorprendentes de Jesús, se lee en Mateo  22,1 – 14. Jesús compara el reino a un rey, que celebrando la boda de su hijo, manda los criados a avisar a los invitados, que se niegan a asistir. De nuevo el rey envía a otros que anuncian “tengo preparado el banquete…todo está a punto.

Vengan a la boda.” Pero no hicieron caso e incluso, “… echaron mano de los sirvientes y los maltrataron hasta matarlos”. El rey furioso envió sus tropas que acabaron con aquellos asesinos e incendiaron la ciudad. Luego envió a sus sirvientes a las encrucijadas y calles a recoger a todo el que viesen. Jesús concluye, “hay más llamados que escogidos.”

Leyendo el comentario de Alessandro Pronzato (Las Parábolas de Jesús, I) sobre este pasaje, me choca la distancia cultural entre Jesús y nosotros.

Jesús habla de Dios como de un rey, que invita a un banquete de boda, actividad humana llena de alegría, convivialidad, encuentro, comunión y amistad íntima. Hoy en día, para mucha gente, la religión es una actividad para gente débil o fanática. Dios, a lo mejor es un vago recuerdo de niñez  y muchas veces, un ser vengador y amenazante. Muchos asuntos de Dios rezuman aburrimiento.

Pero los hombres y mujeres del tiempo de Jesús, al igual que los de hoy en día, son personas ocupadas, obsesivamente interesadas en producir.  Ante la invitación, la gente de ayer y de hoy responde igual: “uno se marchó a su finca, otro a sus negocios”. Muchos desviven por producir, aunque no sepan para qué. No pueden perder un minuto, por eso pierden la vida. La gente sabe pagar, no sabe recibir.

También hoy en día los signos que invitan a la gratuidad: los niños, la mujer y la naturaleza son el primer blanco del maltrato y de la muerte. La invitación al banquete del Reino entre nosotros, se viste con el traje del  diálogo franco y las propuestas reales y sensatas en las que puedan participar y beneficiarse los hombres y mujeres de las encrucijadas. Ante la invitación a trabajar por el bien común, los egoístas responden con  descalificaciones y violencia desmedida contra sus promotores. Los ciudadanos responsables dejan todo, mientras se visten con el mejor de sus trajes para participar en la fiesta más dichosa.

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