Desde los tejados
Algo nuevo está brotando, ¿lo ven?

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Algo nuevo está brotando, ¿lo ven?

Meses después del huracán George, subí al Pico Duarte por La Cotorra. Pasada la Compartición, subiendo la loma que los muchachos llaman de la “desesperación”, en la montaña de enfrente, se veían por tierra cientos de pinos, gigantes derrotados por el viento. Pero quebrando el reposo de aquellos cadáveres grises, subían firmes y con un verde nuevo, cientos de pinitos.

En la vida nacional de los últimos tiempos, la criminalidad, los rampantes tentáculos de la droga, el insoportable desorden del tránsito, los alegres gastos de la campaña, la cojera presupuestal de la educación, la lentitud de la justicia, por citar sólo algunos males, han derrumbado muchas ilusiones, como aquellos pinos vencidos por George.

Pero por todas partes algo nuevo está brotando, como lo señala Isaías en la primera lectura de hoy (43, 16- 21).

Todavía muchos nos alegramos de cómo unos muchachos pintaron  con el verde de Los Haitises la opinión pública dominicana. La ciudadanía los apoyó. Esa juventud se mantuvo en vigilia con una serena firmeza. No se dejó amendrentar por inusuales e interesados despliegues de fuerzas “del orden”. Esos jóvenes clavaron en nuestros corazones y conciencias el título de propiedad de Los Haitises.

Llegó el terrible terremoto de Haití, y no había acabado de posarse el polvo de las construcciones derrumbadas, cuando ya cruzaban la frontera con lo que podían cientos de dominicanos. En las ciudades se armaron operativos de todo tipo. Andaban de la mano doñas en chancletas llenando cajas, empresarios moviendo recursos y personal en sus camiones y aviones, decenas de organizaciones actuando al unísono, priorizando, delegando, sin protagonismos infantiles; doctoras dominicanas de manos de enfermeras extranjeras para operar y curar, jóvenes de liceos y colegios cargando cajas en camiones, a la sombra de bachatas y de solidaridad dominicana.  

Brota algo nuevo entre nosotros, lo quiero pintar con tres brochazos. Hay ciudadanos que reconocen con equilibrio los fallos nacionales. No le tiran piedras a nadie (Juan 8, 1-11), quieren poner a valer a las mayorías, levantándolas del polvo de la manipulación politiquera,  para que no vuelvan a ser clientes jamás.

Hay juntas de vecinos que se organizan y comienzan a comprender e indignarse con los desequilibrios del gasto público.

Finalmente, brotan grupos ciudadanos que van luchando por una patria servida como se merece.

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