DESDE LOS TEJADOS
¿Castigado o servidor?

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El profeta Isaías 53, 10-11, leemos, “El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida como expiación”. La Biblia todo se lo atribuye a Dios, y eso nos desorienta. Para muchos, Jesús  murió en la cruz, porque sobre él recayó el castigo de Dios para cambiar la ira del Dios ofendido, en perdón. Cuando se nos ofende, queremos vengarnos, exigimos una reparación. Muchos piensan que para expiar nuestros pecados, Dios castigó y trituró a Jesús y así su propio honor de Dios quedó restablecido. ¿Es ése el Padre que nos reveló Jesús?  ¿Acaso Dios está tan preso por su venganza que sólo se calma con sangre?  En la Biblia del Peregrino leemos: “El dolor demuestra un pecado, no de quien sufre, sino de los que lo contemplan.

Sin ser pecador, él aceptaba la consecuencia del pecado, sufriendo en silencio, abría los ojos de los pecadores. El dolor es suyo, el pecado es nuestro.” (Edición de Estudio,  II, 155). Dios no tritura a Jesús, lo tritura nuestra maldad al abrazarnos.

El Salmo 32 afirma que la misericordia del Señor, no su ira, “llena la tierra”. En el Evangelio de Lucas 10, 35- 45, Jesús afirma: “porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.  Jesús no vino a rescatar a la humanidad de la ira de un Dios ofendido, vino a rescatarnos de nuestra  maldad. No vino a cumplir un castigo, vino a amar y servir.

Nosotros también aspiramos a “sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Pero  ese afán de poder, nos lleva a “tiranizar y oprimir” a los demás.

Jesús no vino a sufrir, a ver si con su sangre cambiaba a Dios. Jesús vino a amarnos a nosotros, a ver si con su amor servicial nos cambiaba a nosotros. No quería en su comunidad nada de tiranías ni opresión. Por eso enseñó, “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.

Ése fue el servicio de Jesús: amar a gente tramposa y egoísta, aunque ese amor lo triturase y le quitase la vida. Dios lo envió a amar a gente mala.

Jesús no vino a cumplir un castigo, sino a realizar un servicio.

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