Desde los tejados
Cuando el maestro es un niño

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El mismo Jesús predicó a las multitudes, aparece en el Evangelio de hoy, Marcos 9, 30-37 atravesando la Galilea discretamente, “no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos”.

Jesús les instruía acerca de cómo su enseñanza y su vida tendrían un final violento “a manos de los hombres”, pero el Padre leal no le dejaría en la muerte. Mientras por el camino Jesús le enseñaba sobre estas premoniciones tan graves, ¡los discípulos venían discutiendo acerca de “quién era el más importante”!   También hoy en día, a todos los niveles, hombres y mujeres compiten por ver quién es el más importante. Unos buscan símbolos de estatus,  ropa, cargos, una corte, otros el aplauso, el poder y el control sobre inmensos recursos, residencias en lugares exclusivos, apartamentos despampanantes,  carros, tierras,  relaciones, fama y renombre.

Doña Importancia nos enreda a todos, aún caminando los mismos caminos de Jesús.

Jésús nos ofrece otra ruta para subir: “quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y ahora, como pedagogo experto,  repite su enseñanza con un audiovisual: “acercando a un niño, lo puso en medio, y lo abrazó”.   En la escuela de Jesús, el niño ocupa la cátedra del maestro cuya enseñanza todos hemos seguir. Abrazando a un niño, Jesús quiebra la búsqueda del poder, la soberbia  y la ambición que pone a pelear a los discípulos como si fueran simpatizantes de algún partido político.

El niño nos alecciona y nos pone a caminar la ruta del candor, la inocencia, la buena voluntad, la ternura que comparte la alegría gratuita y la espontaneidad.

En la sociedad de Jesús, como en la nuestra, los niños se ocupaban de esas tareas sencillas y exigentes por tediosas y cotidianas: sacar las ovejas a pastar y acompañarlas, hacer todos los mandados que vayan apareciendo. A la hora de disponer de su tiempo, los niños son los últimos. Ellos tienen menor rango que cualquier huésped que llegue, para quien buscarán un vaso de agua fresca y un pedazo de pan.

¿Le resulta imposible vivir esta enseñanza? Acoja a un niño o dele su mano a los que acogen niños. Al rato notará otra Mano en su mano y un nuevo latido más dichoso en su corazón.

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