Desde los tejados
Cuando se caen las torres vecinas

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Cuando se caen las torres vecinas

En el Evangelio de hoy (Lucas 13, 1-9), le cuentan una noticia terrible a Jesús: el sanguinario Pilato mandó matar  a unos galileos cuando presentaban sus ofrendas en el templo. “Su sangre se mezcló con la de los sacrificios que ofrecían”. Muchos razonan así: si los mataron en el templo, se lo merecían, y por eso Dios permitió que Pilato los matara. 

Luego le cuentan a Jesús otra noticia triste con intención similar: “aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé” se ve que eran peores que los que se salvaron.

Pero, dos veces seguidas, Jesús les pregunta: ¿ustedes  creen que los asesinados por Pilato, y los aplastados por la torre eran más pecadores que el resto de Jerusalén?

Jesús desautoriza nuestra manera humana de interpretar el desastre y la muerte. Nuestro pensar es simplista: les pasó algo malo, se ve que eran malos.

Según Jesús, Dios no interviene como una causa intramundana más detrás de todo lo que pasa en esta vida.

Jesús no se mete a explicar por qué ocurre la desgracia. Nosotros privamos en consejeros de Dios. Al Hijo de Dios no le interesa presentarse como experto analista de por qué pasan las cosas.

Lo que sí le interesa a Jesús es nuestra felicidad, por eso nos invita a la conversión.

 La delincuencia mata a diario gente inocente, ¿y nosotros y los que nos dirigen seguimos como si nada, mientras padecemos investigaciones ‘suero-de-miel’, que debieran ellas mismas ser investigadas? Un terremoto destruye Haití, otro mata en Concepción, Chile, ¿y acaso no nos recorre por debajo una falla similar?   Las instituciones de países vecinos se derrumbaron como castillos de naipes ante caudillos iluminados de poblaciones hartas de liderazgos fracasados, ¿y acaso somos especiales?

El análisis de Jesús es bien sencillo, “si no cambian, si no se convierten, todos perecerán de la misma manera”. ¡Somos un árbol estéril con los días contados! Es hora de cambiar y dar frutos.

Nos tranquilizan las mentiras baratas de nuestro patio, pero esta amenaza incómoda está llena de verdad.

Meditemos  en la  pastoral de los obispos (27-II-10)  y pongamos remedios ahora, por amargos que sean: “cuando las cosas no se hacen bien y no se ponen remedios a tiempo, el mal se agrava y llegado el momento revienta causando males insospechados” (No. 5).

Publicaciones Relacionadas