El Evangelio cobra una nueva luz cuando nos dejamos mover por los retos que plantea. Este Domingo 18 del tiempo ordinario, meditamos a San Mateo 14, 13 21.
Una multitud sigue a Jesús hasta un territorio despoblado. El día y el hambre avanzan. Los discípulos le susurran a Jesús: Despide a la multitud para que vayan a las aldeas y encuentren de comer. La respuesta del Maestro nos sigue desconcertando hasta el día de hoy: — ¡No hace falta que se vayan, denles ustedes de comer!
Jesús no fomenta ninguna forma de clientelismo. Más bien, el Maestro nos responsabiliza del hambre ajena a todos los que tenemos recursos.
Ante la necesidad ajena hay dos actitudes: una egoísta, eso no me concierne, otra responsable, ese ser humano en necesidad es mi hermano.
A finales del siglo XIX, las élites económicas vivían ilusionadas con el progreso que tanto les beneficiaba. León XIII les enrostró a los católicos esta situación: la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría (Rerum Novarum 1).
Nunca como ahora las diferencias sociales han sido tan hirientes entre nosotros.
Por eso, el cercano certamen electoral ha de ser: austero para no insultar con gastos inútiles y corruptos a los que apenas sobreviven. Generoso en reconocer logros, crítico en señalar los males, sabio en el acierto de sus propuestas realistas y sobre todo, creador de responsabilidades.
La cultura que se está fomentando por todos los medios es la del pasarlo bien. Necesitamos con urgencia un liderazgo capaz de enfocar los esfuerzos, consensuar las prioridades y administrar los recursos honestamente.
El milagro, no fue tanto que el pan y los peces alcanzasen, sino que la gente los entregara para ponerlos en manos de Jesús.
Una nación de irresponsables dura un ratico.