Desde los tejados
Dichosos si los encuentra velando

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Dichosos si los encuentra velando

El libro de la Sabiduría (18, 6-9) recoge unas de las tradiciones judías más hermosas: “la noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban”. Esos israelitas, nuestros padres en la fe, convencidos de que  Dios jamás defrauda, nos animan a enfrentar todas las dificultades con entereza.

Tal y como lo confirma la Carta a los Hebreos (11, 1-2. 8-19), “La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”. 

Jesús de Nazaret también fue consciente de la importancia del convencimiento interno para ser solidarios y no aferrarnos ni al poder, ni al dinero. Por eso fortalecía así a sus discípulos: “no teman, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino. Vendan sus bienes y den limosna; fabríquense carteras que el tiempo no daña, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está su tesoro allí estará también su corazón” (Lucas 12, 32 – 48).

Hoy, Jesús también nos exhorta a nosotros: —no se crispen angurriosos sobre sus bienes, cuenten con el Reino prometido por el Padre. Por eso pongan su corazón en la solidaridad. La única inversión, cuyo  valor siempre crece y jamás se devalúa, es la del amor solidario.

Si creyésemos que la lucha por el bien común es lo único que vale la pena, nosotros, al igual que nuestros padres israelitas, seríamos “solidarios en los peligros y en los bienes” (Sabiduría 18, 9).    El abuso, la violencia y el derroche rampantes en nuestro país son hijos de la impunidad y la desesperación.

 Muchos ilusos juran, que los seis millones de dominicanos pobres permanecerán quietecitos eternamente, mientras haya pelota, bancas de apuestas y promesas de partidos, aunque los pobres sigan partidos.  Jesús asegura, “a la hora que menos lo piensen viene el Hijo del hombre.»

Nos toca velar. Es mejor invertir, como decía en los años cincuenta el venezolano Andrés Eloy Blanco, y dar: “un modo de no tener demasiado y un modo de que otros tengan su modo de tener algo”.

La llama de la vela que ilumina nuestra vigilia arde y alumbra en solidaridad, justicia y orden. 

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