El Antiguo Testamento, con frecuencia representa a Dios como si fuera un hombre. En la primera lectura de hoy (Éxodo 32, 7-11. 13 14), Dios se enoja por la idolatría del pueblo. En su ira va a destruir Israel y de Moisés hará un gran pueblo. Un Moisés compasivo le recuerda a Dios su juramento a Abrahán. Dios se arrepiente de su ira.
El Salmo 50 nos enseña: Dios es un Dios de inmensa compasión.
En la segunda lectura, tomada de 1ª Timoteo 1, 12-17, se nos anuncia que, en Cristo, Dios quiere salvar a los pecadores, aunque sean insolentes.
En el Evangelio de hoy, Lucas 15, 1 -32, estalla la ternura de Dios en labios de Jesús.
Los escribas y fariseos se escandalizaban porque Jesús les brindaba su amistad a los pecadores y compartía su mesa.
Jesús relata tres parábolas. En la última, observe la ruindad del hijo que se va: le adelanta la muerte al padre, pidiéndole en vida la herencia, la derrocha con prostitutas, acaba cuidando puercos, y su mayor aspiración es hartarse de bellotas y ¡compartir la mesa de los puercos! El hambre y su total indefensión le llevan a entrar en sí mismo. Ahora compara su situación con la de cualquier jornalero en la casa paterna. Prepara su discursito y se pone en camino.
Y ahora contemple al Padre. Lo ve de lejos. Todos los días salía a ver si su hijo volvía. Al verlo, se le conmueven las entrañas, echa a correr y se le tira al cuello para abrazarlo y besarlo. No lo deja terminar su discurso de merecimientos y arma un fiestón, porque su hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida.
El hermano mayor no quiere entrar. Él representa a los fariseos de todos los tiempos. Captemos su maldad: ha vivido la vida entera en la casa del Padre como un jornalero, ¡desconoce la generosidad y reniega de su hermano!
El Padre compasivo de nuevo saldrá afuera para revelarle al hermano mayor la única manera de llegar a ser hijo: ¡tener hermanos!
Cuando el Señor nos juzgue a los predicadores, nos criticará, haberlo usado para amenazar con nuestra ira, y haber predicado tan poco de un Dios que corre para abrazar y besar.
Sí, nos criticará, mientras nos abraza.