Desde los tejados
Echaban muchos demonios

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Echaban muchos demonios

Para mucha gente, Jesús quedó atrás, preso en una estampita amarillenta  de primera comunión.  En el Evangelio de hoy (Marcos 6, 7 -13) Jesús llama a los doce para enviarlos a “la lucha contra los espíritus inmundos”. En nuestro mundo desencantado, ese encargo suena raro.

En su libro sobre Jesús de Nazaret, Benedicto XVI refiere cómo la antigüedad fue un mundo cultural que vivía bajo la opresión del miedo a los demonios. Citando al teólogo y luego cardenal, Henri de Lubac, S.J., nuestro Papa describe aquella cultura como un mundo encadenado a fuerzas anónimas, destructoras de lo humano. El cristianismo transformó aquella cultura, liberándola del dominio y la creencia en los demonios.

La enseñanza oficial de la Iglesia católica es parca y realista a la hora de hablar del demonio. Ningún artículo del Credo dice “creo en el demonio”. Por otro lado, desde Jesús hasta nosotros, existe la convicción de que el misterio del mal es una realidad hostil, insidiosa, asesina y mentirosa, superior al hombre, pero no superior a Dios. No es un principio rival del bien y de igual magnitud, como creyeron el mazdeísmo y luego  la herejía de Mani. El mal, el misterio de iniquidad, no es simplemente la suma de todas las maldades humanas. Es una fuerza que se cristaliza en mil concreciones destructoras de lo humano y su felicidad.

   Mire la miseria espantosa de más de la mitad de la población dominicana. Ahora, sume los millones gastados y por gastar en las derrochadoras campañas electoreras. Se palpa, además de la suma de las ambiciones personales, una fuerza asesina que les impulsa a subir, comprando medios y fines, para luego servirse. ¿No debiéramos, los creyentes y toda la gente de buena voluntad, expulsar de la tierra de Duarte a ese demonio de la ambición egoísta e irresponsable, tan tacaño para invertir en el bienestar del pueblo, tan dispendioso con los compañeros de partido?

   Mire a este pueblo trabajador, capaz de levantar una familia con un machete y una batea. Ahora mire cómo los que tienen y mandan, en vez de poner este pueblo a trabajar, sembrar y capacitarse para producir, lo ponen en fila a mendigar favores y a creer en la brujería de las apuestas.

   Dice el Evangelio de hoy “echaban muchos demonios”. Aquí se han quedado dando vueltas.

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