Desde los tejados
El inicio de la cola del Reino

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>El inicio de la cola del Reino

Hoy en día encontramos mujeres y hombres que están en una búsqueda espiritual seria y madura. Desean afincar su fe sobre roca. ¿Qué mejor roca que la predicación de Jesús? El centro de la predicación de Jesús fue el Reino de los Cielos.

Jesús nunca lo definió. Casi siempre habló de él en parábolas, unas narraciones que lo señalan, mientras involucran y comprometen al oyente en una nueva búsqueda. Muchas parábolas empiezan como la de Mateo 20, 1–16, “El reino de los cielos se parece…”. En este caso se trata de un propietario. Al amanecer sale a contratar jornaleros para su viña.

Se ajusta con ellos en un denario. Luego sigue contratando, a la media mañana, al mediodía y a la media tarde. Finalmente, también al caer la tarde. Cuando oscurece, ordena que se les pague a los jornaleros, empezando por los últimos. A todos por igual, les da un denario. Los primeros, “se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

Con lógica implacable, el amo responde: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos a un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener envidia porque yo soy bueno?”

Fácilmente se identifica la relación de Dios con Israel y su queja. Israel vivió durante siglos la exigente relación con el Señor. Pero mediante el anuncio de Jesús como Cristo de Dios, ahora entraban en la Iglesia, hombres y mujeres de la última hora, recibiendo la misma salvación que Israel. ¿Estaba cometiendo el Señor una injusticia?

La parábola nos comunica la lógica salvadora de Dios. En el Reino, Dios nos salva de nuestra obsesión posesiva y cálculo estúpido de un éxito individual y egoísta. Dios nos invita a la alegría que estalla cuando los últimos, sin esperanza, alcanzan la felicidad. Nosotros aspiramos a ser felices primero que los demás, sin los demás y contra los demás. Jesús nos invita a pasarnos a la infinita alegría de Dios.  La fila para entrar en esa alegría, ¡comienza por los últimos!

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