Desde los tejados
El reino, la semilla que germina

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>El reino, la semilla que germina

Se sabe que el centro del mensaje de Jesús fue el anuncio del Reino. El predicador de Nazart recorrió la  Galilea, la Judea y las comarcas vecinas esforzándose porque sus oyentes captaran qué era eso del Reino.

El proceso de aceptación del anuncio implicaba una conversión y el salto arriesgado de la fe. Jesús era consciente de las resistencias de sus oyentes a cambiar y atreverse a creer.  Por eso “exponía la palabra con muchas parábolas” (lea Marcos 4, 26 -34).

Hoy el Evangelio nos presenta dos parábolas. En la primera se habla de “un hombre que echa simiente en la tierra”.  En aquel mundo rural, todos habían tenido la experiencia de cómo la tierra se encargaba de hacer germinar la semilla. No importaba que el sembrador durmiera o velara, ¡sin que él supiera cómo la tierra sola iba produciendo la cosecha! Gradualmente surgían los tallos, las espigas y finalmente los granos de trigo que invitaban a la siega. Lo importante era echar la simiente en la tierra.

La segunda parábola nos invita a convertirnos de nuestros cálculos y parálisis. Nuestra situación desanima a cualquiera.

Al lado del poder de la droga, la corrupción, la pobreza y su hermanita, la ignorancia,  el individualismo brutal, la incompetencia, la destrucción familiar y la mentira rampante, nuestro mensaje luce “como la semilla más pequeña”. Y sin embargo, Jesús nos asegura que esta semilla va a brotar, que será alta, con ramas tan grandes, que las aves vendrán para cobijarse y  anidar en ella.

Toda la Iglesia dominicana anda comprometida en una nueva evangelización. Echemos la semilla de la Palabra en la tierra buena de este pueblo y veremos crecer los tallos y las espigas. Nos toca dejar atrás el desánimo y nuestros cálculos estrechos y creer que esta tierra da para hacer germinar la semilla.

Nos toca aceptar, que la frágil semillita del Reino posee su propio dinamismo interior, y como los pinitos nuevos de nuestra Cordillera Central, sus raíces romperán las rocas de tanta maldad para hacerse un árbol grande donde pueda cobijarse y anidar mucha gente de buena voluntad.

La esperanza no es lo que controlamos despiertos, sino los dinamismos ocultos de la semilla y de la tierra.  “Yo el Señor lo he dicho y lo haré” (Ezequiel 17, 24).

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