DESDE LOS TEJADOS
Enviado a un pueblo obstinado

<STRONG>DESDE LOS TEJADOS</STRONG><BR>Enviado a un pueblo obstinado

Cada vez me molestan menos las críticas contra los cristianos. Humanos como somos, estamos llenos de limitaciones. Lo que sí me entristece es ver los prejuicios contra Jesús de Nazaret.

   Entre nosotros todavía hay personas serias que ponen en duda hasta la misma existencia de Jesús. Para ellos tiene sentido discutir sobre Jesús como se discute en torno al Quijote. Pero Jesús y el Quijote no pasan de ser personajes sublimes de la ficción. Les parece más conforme a la realidad, sostener, que los múltiples testimonios sobre Jesús, cristianos, romanos y por lo menos uno judío, Flavio Josefo, todo esto no es más que el producto de una habilísima conspiración, urdida ya en el siglo I por farsantes omnipresentes, plantadores de toda suerte de fragmentos de evidencias coherentes entre sí hasta en detalles mínimos.

   Este tipo de postura ante la historia depende de este razonamiento: Dios no existe. Jesús es presentado como divino, luego los Evangelios son falsos y Jesús es un invento. Pero la pregunta sobre Dios puede ser examinada independientemente de Jesús. Y la carga de historia que contienen los Evangelios, no depende exclusivamente de su comprensión literal. Fueron escritos en otro contextos cultural. ¡Median casi 2000 años entre ellos y nosotros! Los dioses se pasean por la Ilíada, eso no hace de Troya una criatura de la ficción como lo mostró Heinrich Schliemann. Nadie debe de ahorrarse el examen sereno de las evidencias disponibles sobre el profeta de Nazaret.    

En el Evangelio de hoy, Marcos 6, 1- 6, encontramos el asombro de los compueblanos de Jesús: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es ésta que le han enseñado? ¿Y estos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?”.  A los  compueblanos  de Jesús les surgían muchos interrogantes sobre el origen del saber y del actuar de aquel requete conocido vecino “carpintero”.

 En lugar de examinar la validez de sus enseñanzas y de su actuar, ¡lo descalificaron con su desprecio y desconfianza!

    A nuestra generación actual le cuadra este análisis de Ezequiel 2, 2-5: “te envío a un pueblo rebelde…son testarudos y obstinados…te hagan caso o no te hagan caso, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”.

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