Desde los tejados
Los que crean sin haber visto

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En el Evangelio de hoy (Juan 20, 19 – 31), luego de darle su boche a Tomás, Jesús afirma: “dichosos los que crean sin haber visto”.  Me cuesta aceptarlo. ¡Cómo me hubiera gustado haber estado allí junto a los discípulos, cuando Jesús resucitado les salió al encuentro! Pero tomemos en serio la afirmación de Jesús, que ni miente ni se equivoca.

¿Por qué Jesús declara “dichosos los que crean sin haber visto”? Propongo dos razones.

Primera, quien cree sin ver, cree por el testimonio de otros en quienes puede confiar, porque los conoce, ha experimentado su lealtad y seriedad. Se trata del testimonio de un grupo de hombres y mujeres a quienes la Buena Noticia que transmiten, los ha  constituido en comunidad. ¡En esta vida, es una dicha creer y vivir en comunidad! La Misión Intercontinental de la Iglesia Católica promueve una veta central del cristianismo, cuando nos exhorta: ¡Con Cristo en comunidad, transformemos la sociedad! Así sucedió en el comienzo: “los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón” (Hechos 5, 12 – 16). 

Muchos cristianos viven una fe raquítica y rutinaria. Viven la vida presos de su individualismo. Se pierden por los senderos tortuosos del egoísmo, solamente movidos por la búsqueda de sus propios intereses. Se pudiera decir de ellos, lo mismo que el Evangelio dice de Tomás. “no estaba con ellos cuando vino Jesús”.

Quien no necesita ver para creer, ya posee dentro de sí, a Ése a quien San Agustín llamaba “el Maestro interior,” el Espíritu Santo. Nuestros sentidos muchas veces nos traicionan. Como excursionistas fracasados, cortejo fúnebre de una guagua dañada en el paseo de una carretera, en noche lluviosa, creemos con nuestros ojos que cada luz que se acerca es la salvación, para convertirse, al cruzarnos rápida, en otra desilusión, como si fuera un candidato: luminoso mientras llega y oscuro cuando pasa. La fe de quien cree apoyándose en sus propios ojos, llegará hasta donde lleguen ellos. Los humanos nos equivocamos en lo crucial; “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Salmo 117).

La fe, de quien se apoya para creer en el  testimonio de Dios expresado por una comunidad, ya está tocando la eternidad, y puede “dar gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Salmo 117).

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