Sabemos que la Iglesia Católica sufre muchas contradicciones hoy en día, pero, ¿y cuándo no las ha padecido? Si para que creer en Jesús, esperamos una situación ideal de privilegios y aprobaciones, estamos perdidos.
En la primera lectura de hoy, Hechos 13, 14.43 52 se nos narra cómo los judíos se opusieron a la predicación de Pablo y Bernabé, con insultos. En medio de esa situación de hostilidad hubo hombres y mujeres que abrazaron la fe cristiana.
Mucha gente no llega jamás a creer, porque no han descubierto su dimensión interior. Son espectadores de sus propias vidas, organizadas en torno a compras y espectáculos. Difícilmente llegarán a creer en el Dios Vivo y Verdadero si proponemos la fe como otro espectáculo más.
Para que la gente crea, no se necesitan luces, humo, prédicas manipuladoras y tremendistas, lo que se necesita es exhortar a la gente a ser fieles a la gracia de Dios (Hechos 14, 43). Pablo y Bernabé evangelizaron convencidos de que la gracia de Dios se abre paso en el interior de las personas.
Los primeros que necesitamos creer que Dios se ocupa de su Reino y relaciona directamente con cada persona, ¡somos nosotros! El Salmo nos lo enseña. Ningún tiempo, ni situación humana están privados de la lealtad de Dios: la fidelidad del Señor dura por todas las edades (Salmo 99).
Jesús nos enseña en el Evangelio de hoy, Juan 10, 27 30, mis ovejas escuchan mi voy y yo las conozco. Evangelicemos convencidos de que el interior de muchas personas, se oye la voz de Jesús, invitando a despertar a una vida en plenitud, sin hambre, ni sed (Apocalipsis, 7, – 17).
No espere escuchar una voz mandona para caminar hacia la fe. Dispóngase a seguir a un líder manso, hágase cuenta que el pastor es un cordero.