En  Lucas 4, 21 – 30,  Jesús incomoda a ese grupito que se sentía dueño de su vida y de su significado. Ellos parecen recibir las palabras de Jesús con aprobación, pero Jesús los conoce por dentro y les interpela: “sin duda me  recitarán aquel refrán: –Médico, cúrate a ti mismo—“. Luego Jesús ataca su nacionalismo arrogante, citándoles los ejemplos de Elías y Eliseo que actuaron a favor de extranjeros.

   Los obispos dominicanos han sometido a nuestra consideración su acostumbrada carta pastoral del 21 de enero, con motivo de la solemnidad de Nuestra Señora de la Altagracia. Todos dicen recibirla bien, pero nuestros pastores conocen por dentro el corazón humano y saben que “el corazón del hombre y de la mujer… está enfermo” (31).

   Con voz firme, los obispos rompen nuestra falsa paz al preguntar: “¿Cómo hacer frente desde la fe al deterioro familiar, a la delincuencia, a la inseguridad, al narcotráfico, a la criminalidad galopante, a la corrupción pública y privada, al incremento de los juegos de azar y de las bebidas alcohólicas, a la mentalidad individualista, al afán de tener a como dé lugar, a la búsqueda del dinero fácil y al consumismo?” (28). Estado y sociedad estamos fallando: no hay un orden justo.

    Cercana la Cuaresma, que inicia el 13 de febrero, nuestros pastores nos invitan a “acercarnos desde nuestra fe a la persona de Jesucristo, quien es el Evangelio viviente del Padre, para hacer una experiencia con Él y a la vez aprender de su modo de ser y de su actitud ante las personas y los acontecimientos…” (33).

   Indignados contra el profeta Jesús, sus compueblanos querían despeñarlo. Hoy en día, mucha gente aplaude a los obispos para seguir en lo mismo. La “dictadura del relativismo”, (30) denunciada por Benedicto XVI, es nuestro barranco para despeñar profetas.