DESDE LOS TEJADOS
Pueblo solidario por sabio

DESDE LOS TEJADOS<BR>Pueblo solidario por sabio

En los Evangelios destaca la admiración de Jesús por la gente chiquita. Hoy, leemos: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.” (Mateo 11, 25 – 30).

Hay una sabiduría que viene de los libros, y otra que brota de la vida. Este pueblo ha aprendido a ser solidario y a valorar la mansedumbre.

En esos barrios, en los que la gente pobre mal vive, florece la solidaridad. Los vecinos se ayudan, porque saben que ésa es la única manera de salir a camino. Todo el que sale de la Boca de los Ríos en Manabao para Jarabacoa o La Vega, lleva su encargo: comprar un jarabe para la tos para un vecinito enfermo, rellenar un tanque de gas o llevarle unas tayotas a una tía.

En ambientes populares, la violencia se manifiesta a las claras. Por una desconsideración, se va gestando la violencia como se forman los nubarrones de una tempestad, temprano en la tarde. Entonces interviene la mansedumbre de los viejos y las ancianas. He visto a dos jóvenes con sus machetitos ya afilados, sentarse a razonar en medio de los viejos. –No hombre, no. Dejen eso. Pídale perdón, ¡mijo, perdone!, que la difunta madre de ese muchacho, nos sacaba a diario un plato de comida, las semanas que aquí no se prendió el anafe.

Me tocó ver  cómo un barrio entero veneraba a Luis Oráá, S.J.,  un compañero sacerdote, manso y humilde. Con su manera suave, puso en paz a los enemigos y de pie a los caídos.

Jesús nos predica hoy: “aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso.” La soberbia fatiga y mata, la mansedumbre descansa y da vida.

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