Desde los tejados
Recetas navideñas infalibles

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Durante estos días, ya la  gente va comprando lo que se va a poner. Alégrese, porque a  todo creyente “el Señor le ha vestido con traje de gala, y lo ha envuelto en un manto de triunfo”. Sin gastar dinero,  nosotros ya lucimos “el tire” de una novia y de un novio.

Aprenda de María, y “alégrese en Dios su Salvador”.

Alégrese, porque aunque su caso no aparezca en los medios, “Dios se ha fijado  en la humillación de su esclava”.

Alégrese, porque en medio de este mundo violento, ya el Señor ha sembrado sus “semillas de justicia”, y van a brotar, como brotan “las semillas de cualquier jardín”. (Isaías 61, 1–11). Alégrese,  “la misericordia de Dios llega a sus fieles de generación en generación” (Lucas 1, 46 – 54).

Llévese del Espíritu de la Navidad, piense en las demás personas y sus líos. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor”.

No se deje reclutar por el ajetreo navideño, descubra su identidad de persona “enviada”. Incluya a los que sufren en su Navidad, aproveche para “vendar corazones”, perdonar deudas, reconciliar familiares y amigos, conversar despacio con los presos  de dinamismos estériles de infidelidad, arrogancia y avaricia. Abra esas cárceles. Regálele un “año de gracia” al sobrino desempleado, sugiriéndole alternativas.

En estos días, con aguinaldos extranjeros, campanitas, trineos volando y camellos presumidos, le tratarán de vender hasta el puente Duarte. ¡Rechace las consignas consumistas! Usted,  “examínelo todo y quédese con lo  bueno” (1ª Tesalonicenses 5, 16- 24).

Si el trabajo le da  un respiro, aproveche para despojarse de  las falsas identidades y roles con los que las demás personas nos manipulan. Juan Bautista no temió declarar que él no era, “ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta” (Juan 1, 6 – 28). Usted no es simplemente el empleado con la identificación colgada al cuello. Usted es un esposo, un padre, una madre, una hija.

En medio de la bulla y del atolondramiento, no tema ser “la voz que grita en el desierto”. Así, usted está preparando un camino y detrás viene el Señor. ¡Espérelo!

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