Desde los tejados
Todo se bambolea, ¿dónde afincarse?

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Todo se bambolea, ¿dónde afincarse?

Los esclavos de la interpretación de la Biblia entera al pie de la letra, leen, en las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, un reportaje de cómo será el fin del mundo: “después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán.” (Marcos 13, 24-32). Pero estas palabras de Jesús no son más que un resumen de los signos que acompañarían la llegada del día del  Señor, juez universal (puede leerse con mucho provecho Isaías 13, 10; 24, 23 y 34, 4).

Los signos no pretenden suscitar una adivinación curiosa, sino la certeza de que la totalidad del universo y nuestra propia vida son perecederos, que las realidades tenidas por seguras, estables e inmunes a todo cambio, llámense bancos, bolsas de valores, partidos, imperios, instituciones y figurones, también son caducos.

Sólo Dios y su Cristo, Rey del Universo, permanecerán para siempre. Lo celebraremos el próximo domingo. 

Probablemente, la expresión, “les aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla”,  refleja la actitud de la primera comunidad cristiana.

La primera generación cristiana estaba persuadida de la cercanía de la segunda venida del Señor. Así lo testimonia la 2ª Carta a los Tesalonicenses, “no pierdan fácilmente la cabeza, ni se asusten por profecías o discursos o cartas falsamente atribuidas a nosotros (Pablo), como si el día del Señor fuera inminente” (2ª Tesalonicenses 2, 1-12).

Nos sentimos seguros cuando creemos poder predecir el futuro. ¡Cuánta gente se arrodilla ante un horóscopo antes de salir de su casa! Jesús nos libra de las interminables y angustiosas conjeturas al enseñarnos: “El día y la hora (del fin del mundo) nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.”  Ignore a los adivinadores del futuro. Como a Jesús, nos toca enfrentar cada día con la serenidad del  Salmo 15: “Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré”.

En medio de esta vida incierta y fugaz, Jesús nos ofrece un fundamento firme para afincarnos: “el cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Algún día, hasta las estrellas dejarán de brillar, pero “los que enseñaron a muchos la justicia, brillarán como las estrellas, por toda la eternidad” (Daniel 12, 1-3).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas