Desde los tejados
Tres palabras claves acerca de Jesús

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Hoy en día, el cristianismo sufre uno de los peores ataques: el de la irrelevancia, el asesinato a bostezos. Jesús ha quedado preso de las estampitas de primera comunión, con su pelo largo, el copón y las ovejitas.

Parecería que a la hora de liberar a la humanidad de sus cegueras,  romper sus cadenas y vencer las tinieblas de la maldad, ni Jesús ni los cristianos tendríamos nada decisivo que ofrecer. 

¿Cómo comprendieron los profetas al hombre decisivo de la historia? La primera lectura de la Eucaristía de hoy nos presenta cómo el Segundo Isaías (42, 1-4. 6- 7)  comprendió la tarea confiada por  Dios a su siervo: “para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas”.

Hoy como ayer, los cristianos creemos en Jesús, porque nos abre los ojos a perspectivas nuevas, rompe las cadenas de los intereses egoístas y vence las tinieblas.

Al igual que la gente en tiempos de Juan, el Bautista, nosotros nos dejamos impresionar por la popularidad. Ellos se preguntaban, “si no sería Juan el Mesías” (ver Lucas 3, 15-16;  21-22).

Las lecturas de hoy,  fiesta del bautismo de Jesús,  nos dan tres pautas para captar la relevancia de Jesús.  Juan Bautista lo anunció así: “viene el que puede más que yo”.  Nosotros no debemos amarrar a nadie a lo que podemos o valemos nosotros. Nos toca anunciar a Jesús, como “el que viene” y “el que puede más”. Juan confiesa honradamente que la distancia entre lo que él hace y lo que hará el Mesías es el trecho que va del “agua” al “Espíritu Santo y el fuego”. Cuando una Iglesia “vedeta” se predica a sí misma, el agua apaga el fuego del Espíritu.

Pedro, en Hechos 10, hace este bellísimo resumen de la vida de Jesús: “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”. Finalmente, está la Palabra del Padre, que define a Jesús como “hijo, amado y predilecto”.     Jesús no dice nada. Se solidariza con los pecadores y se adentra en las aguas “en un bautismo general”.

¿Nos atreveremos los cristianos a adentrarnos como Jesús en las aguas de nuestra humanidad, tan cínica y descreída al igual que necesitada?

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