Desde los tejados
Un cursillo de liderazgo y de fe

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Un cursillo de liderazgo y de fe

El Evangelio de este domingo, Marcos (Mc 5, 21-43) narra cómo dos personas encontraron vida en Jesús de Nazaret. Primero llega el jefe de la sinagoga: “mi hija está en las últimas, ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. En el segundo, vemos a una mujer que padecía flujos de sangre.

La actitud del jefe de la sinagoga critica nuestra forma de ejercer el liderazgo. En medio de una pobreza inhumana, muchos líderes  ejercen su cargo “cómodamente sentados,”  esperando que vayan donde ellos y “los estimulen” para “desengavetar” un amarillento proyecto de ley, ayer provechoso. Otros  se autopromueven administrando astutamente las necesidades de la comunidad que les eligió.

Jairo, el jefe de la sinagoga, no sólo va donde Jesús, “se echa a sus pies y le ruega con insistencia.” Recordemos que Marcos nos había informado (Mc 3,   22)  de unos letrados que habían bajado de la capital, Jerusalén, para declarar: -[Jesús] “lleva dentro a Belcebú y expulsa los demonios con el poder del jefe de los demonios”. Buscando a Jesús, Jairo rompió con sus colegas y se puso del lado de su hija.

La mujer que “padecía flujos de sangre” era impura según la ley. Pero ella se mete entre la mucha gente que apretuja a Jesús y, rompiendo la ley, y los prejuicios, le toca.  Jesús pregunta, “¿quién me ha tocado?”  No para castigar su atrevimiento, sino para reconocer su fe. Ella también acaba a los pies de Jesús. Él la devuelve a la vida “en paz y con salud”.

El tiempo empleado en esta mujer enferma parecería haberle robado la única oportunidad a la hija de Jairo. Los suyos le informan: “tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?”

Jesús libera a Jairo del fatalismo y la competencia. Lo ayuda a crecer tal y como hizo el domingo pasado con los discípulos temerosos  por la tempestad, “no temas, basta que tengas fe”.

Llegados a la casa de Jairo, Jesús expulsa a los que lloran pagados y a los que se ríen por cínicos. Con poca gente, porque no andaba en campaña, con la mano de la niña en su mano le mandó: ¡Niña, levántate!

Necesitamos un liderazgo que pida solidariamente desde el suelo  que todas las niñas estén de pie.

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