Desde los tejados
Un señor exigente: ¡el dinero!

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Un señor exigente: ¡el dinero!

Las lecturas de este domingo iluminan las relaciones económicas. Algunos afirman: –Dios no se mete en asuntos económicos. Los negocios son negocios. Mejor es no interferir y dejárselo todo a San Mercado.

El profeta Amos 8, 4-7 les sale al paso a todos los que “exprimen a los pobres y les roban a los miserables”. Piensan que no es nada hacerle trampa a la gente chiquita en las pesas y especular con los precios. La necesidad obliga a los pobres a aceptar condiciones laborales de explotación. Ante esta situación, el profeta asegura que Dios nunca olvidará esas acciones.

El Salmo 112 presenta a Dios como Aquél que “levanta del polvo al desvalido, y alza de la basura al pobre”.

En el Evangelio (Lucas 16, 1-13) Jesús hace cuatro afirmaciones sobre el dinero.

En primer lugar,  desacraliza al dinero, lo llama “dinero injusto”.  El dinero que ganamos, así sea honestamente, proviene de muchas relaciones sociales injustas.  Señalemos dos: se paga mal el trabajo de los pobres, porque no tienen cómo defenderse. Se capacitaron rompiendo corozos. Jesús nos alerta: ese dinero que parece tan decente, esconde mucha maldad e injusticia.

En segundo lugar, Jesús pone de ejemplo a un administrador corrupto. El hombre sabe que lo van a botar, y usa el tiempo que le queda en ganarse amigos, perdonando tramposamente parte de la deuda que cada cliente tiene con su Señor. Jesús no nos invita a ser corruptos, sino  a aprender de los hijos de este mundo que “son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo les digo: gánense amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte, les reciban en las moradas eternas”.  Lo que Jesús alaba no es la corrupción, sino la astucia y diligencia “de los hijos de este mundo” en ganar amigos. Usemos esa astucia para ganar amigos entre los pobres con “el injusto dinero”. Los pobres son los que nos van a  recibir en las moradas eternas.

Tercero, el dinero, que parece la gran cosa, es “lo menudo”. Lo grande va por otro lado.

Finalmente, el dinero no es manso, se enseñorea de nosotros como si fuera un diosecito y compite con el Dios Verdadero. “No se puede servir a Dios y al dinero”.

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