¡Qué tiempos vivimos!
Salir a nuestras calles, a pie o en carro, es ser espectador de un espectáculo grotesco y peligroso. Nosotros, los pasado meridiano, en cierta forma vivimos en una añoranza, pero los años vividos nos han dado la oportunidad de ver la transformación del país, y más aún, la posibilidad de tener la percepción exacta de los cambios producidos en nuestra sociedad.
Ciertamente no se puede comparar la ciudad de hoy, con sus torres, elevados y túneles, con nuestra ciudad de ayer. Sin embargo, hemos sufrido una transformación en los hábitos, en las buenas costumbres.
He viajado mucho y una de las cosas que más me gusta es poder caminar por las calles y plazas de cualquier ciudad.
En Santo Domingo, pasear es casi imposible; la basura anega las calles, atravesar una esquina es una temeridad por el caos del tránsito, pero lo peor es que el miedo se ha apoderado de todos, la delincuencia es alarmante, nos arropa la inseguridad, pero entre todos, Gobierno y ciudadanos, tenemos que rescatarla.