Desde Venezuela

Desde Venezuela

POR FIDELIO DESPRADEL
¡Domingo en la noche! Acabo de regresar de la manifestación de los partidarios de Chávez. No me corresponde emitir juicios sobre la cantidad de personas. Carezco de referencias. Desde las ocho o nueve de la mañana, la gente empezó a marchar, en largas caravanas, hacia el sitio de la concentración. Chávez habló casi cuatro horas.

He vivido los grandes discursos de Manolo, y los de Francis Caamaño, durante la guerra. ¡Manolo cautivaba a los y las presentes, y Francis, con otras cualidades, era el líder indiscutible del pueblo de la Revolución de Abril.

En ambos casos, una extraordinaria identificación entre el líder y todas y todos los presentes. Pero con Chávez es bien distinto. Después de los minutos iniciales, todo el mundo queda cautivo. El orador y la masa presente, se confunden en una sola voz. Supongo que la misma empatía se produjo con los millones de radio y teleaudientes, chavistas, en toda la geografía del país.

Chávez empezó haciendo chistes, recitando, cantando o haciendo alusión a los juegos de pelota.

Era como si estuviera «cogiendo el piso» y sintonizando el tono con la multitud presente y con los millones de cautivos a través de la radio y televisión.

Pasados unos minutos, todo cambió. Una empatía que no se quebró hasta el último segundo de su larga intervención, casi cuatro horas después.

Es como una larga conversación, donde ninguno de los interlocutores quiere que se acabe, y donde los receptores ponen atención a cada gesto o concepto.

Hay una gran diferencia entre el vínculo directo de Hugo Chávez con el pueblo que lo sigue, con el que establece ese mismo líder y presidente de la república, con el pueblo, a través de las instituciones del Estado y de los funcionarios.

Precisamente, los momentos más llamaron mi atención, en aquella extensa jornada, fueron las veces en que Hugo Chávez se refería al necesario «vínculo con el pueblo». «Cada vez (decía) que en uno cualquiera de mis viajes y contactos, se me acerca una viejita o un niño, o cualesquier miembro de nuestro pueblo, planteándome una demanda, se me parte el corazón y trato de satisfacer su pedido, que casi siempre se refiere a cuestiones que están al alcance de las instituciones del Estado o de los distintos programas del gobierno». Así habló Chávez en forma machacona en su discurso. Para inmediatamente plantear: ¿Pero dónde están los síndicos, los gobernadores, o los funcionarios correspondientes, responsables de suplir esas atenciones al pueblo?

!Tiene que acabarse esta desvinculación entre los síndicos, gobernadores y algunos funcionarios con el pueblo! !Hay que pedirles cuentas a esos funcionarios! !Ellos fueron nombrados o elegidos para servir el pueblo, no para servirse del Estado en su propio beneficio!, tronaba Chávez.

Me llamó poderosamente la atención que cada vez que se refería al tema, un rugido de aprobación, casi unánime, se producía entre los y las presentes.

O sea, el pueblo está con Chávez pero el aparato del Estado es todavía en extremo pesado y muchos de los funcionarios, elegidos o no, se parecen demasiado a los burócratas universales, a los cuales la revolución en curso, no los ha tocado aún.

!Grave enfermedad, que puede echar al traste cualquier proceso revolucionario!

Hay otro aspecto que me ha llamado poderosamente la atención: Aquí han acuñado el término que ilustra fielmente a lo que me quiero referir. !Son los llamados «ni-ni»! O sea, ni con la oligarquía y los yanquis ni con Chávez: repudian la oligarquía y a los yanquis, pero no acaban de apoyar militantemente a Chávez y su revolución. Los errores del proceso, los «temores», y la debilidad del aparato del gobierno y el Estado, con sus burócratas, enquistados desde la marcha triunfal de 1999, hacen vacilar a centenares de miles de personas, que no caben en otro sitio que no sea, apoyando y militando dentro del proceso revolucionario en curso en la Patria de Bolívar.

Precisamente, este ha sido uno de los «éxitos» notables que ha tenido la criminal oligarquía venezolana. Aunque acusan a Chávez de «dividir la sociedad venezolana», son ellos, precisamente, los que han aprovechado los errores de Chávez, o la ineficiencia de muchos funcionarios, para polarizar la sociedad, en una forma tan brutal, que ha hecho imposible una decantación más ajustada a las verdaderas posiciones ideológicas y políticas de las diversas clases y segmentos de clase en la sociedad.

O sea, una parte -pequeña- de los más pobres, y el sector progresista de las clases medias, constituyen los llamados «ni-ni»: ni con la oligarquía y los yanquis, ni con Chávez. Este sector constituye los centenares de miles que, según las encuestas, todavía no saben por quién van a votar. Aunque me luce que Chávez tiene la mayoría. Este es sólo una apreciación subjetiva, muy sesgada por mi posición de que «en Venezuela se juega hoy el destino de toda la América Latina». ¡Vamos a ver por quién se deciden los «ni-ni» de aquí al domingo!. ¡Sigo mañana!

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