Desempleo por libre comercio tecnología

<p>Desempleo por libre comercio tecnología</p>

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN, S.J.
Unas semanas en Estados Unidos me han dejado pensativo. Me sobrecogen la red en fantástica explosión de express ways, las torres en competencia por un sol escaso, el continuo tráfico de aviones sobre sus aeropuertos y el paquete ingente de anuncios de la prensa pero me deprimen la pobreza gris de los barrios de color y de Latinos, la dificultad de muchísimas familias de lograr equilibrar ingresos nominales estables con precios en alza o de financiar sus necesidades de salud.

Dos temas, la guerra de Iraq y la diferencia monstruosa entre la paga de los grandes ejecutivos y el salario medio de los empleados, parecen dominar la discusión pública. Barak Obama, el joven senador demócrata de Illinois de madre blanca, padre negro, padrastro y media hermana indonesios de ascendencia china, expone ambos temas con claridad y sinceridad infrecuentes. Imposible negar el impacto de este hijo de inmigrantes tan orgulloso de ser norteamericano y tan creyente en la filosofía política de la máxima libertad individual de cada ciudadano, del equilibrio de los poderes públicos y de las necesidades de metas bipartidistas.

Illinois, el Estado que representa en el Senado federal, sufre en grado agudo las consecuencias del “outsourcing”, emigración de empresas industriales sobre todo a México y China. De ahí su voto contra la aprobación del CAFTA-DR en el Senado. Hombre, sin embargo, que aúna sensibilidad social ante el desempleo de su gente y aceptación de la necesidad práctica del “outsourcing” en un mundo en competencia, justifica su voto negativo por la falta de políticas públicas centradas en la educación y en el desarrollo tecnológico de los Estados Unidos que puedan compensar las tendencias al desempleo y a menores salarios reales.

En este marco de retos y problemas conviene analizar, sin duda de muy abstracta manera el tema de la realidad, causas y políticas compensatorias del desempleo y el del “libre” comercio.

1. Realidad del desempleo. Políticas compensatorias

Nadie en su sano juicio puede negar que el libre comercio provocará con toda probabilidad, especialmente en los países industrializados concretamente en sectores de tecnología madura generalizada a nivel mundial, desempleo directo.

Siempre y cuando en países de desarrollo medio existan oferta de mano de obra dispuesta a trabajar por salarios menores, ingenieros aceptablemente bien preparados en tecnologías básicas, infraestructura física adecuada y derechos de propiedad para empresas extranjeras garantizados ante tribunales neutrales competentes, existe la posibilidad del “outsourcing”.

Si la competencia internacional es feroz, la posibilidad se transforma en probabilidad, a veces hasta en necesidad de supervivencia; para la empresa nacional no protegida por el Gobierno el problema no es emigrar sino a dónde hacerlo en mejores condiciones de éxito probable.

Frente a esta situación los Gobiernos suelen levantar barreras proteccionistas que impidan o dificulten la importación de bienes por parte de la competencia extranjera y, mucho más raras veces, la inversión directa en el país de filiales extranjeras. En el primer caso hay dos peligros: se deja el mercado internacional a la competencia y se descuidan deseos de los consumidores de mejores productos en un mundo abierto a la comunicación televisiva y electrónica y al lobismo de intermediarios fuente perenne de corrupción. En el segundo caso, prohibición de la inversión directa extranjera, se protege en nombre del nacionalismo a capitales nacionales poco creativos y tenedores de poderes fácticos. En ambos casos alimentamos la corrupción, premiamos la ineficiencia y castigamos a los consumidores más exigentes, desgraciadamente los más acomodados.

Por eso los grandes países industrializados en vez de políticas abiertamente proteccionistas o librecambistas conceden muchas veces exenciones fiscales o subsidios financieros a empresas locales de importancia electoral. Otras veces asignan les asignan pingues contrat. Políticos harvardinos, como Obama, prefieren licitar fondos para la investigación en áreas claves abiertas a competidores registrados.

Hay que reconocer, sin embargo, que muchas empresas que no califican para esos fondos, por ejemplo fabricantes de automóviles, no tienen más alternativas que diferenciar sus productos incorporándoles toda clase de “gadgets” de ultimisímima generación (sistema de navegación satelital, censores para parqueo y hasta para manejo automático…) de tecnología más o menos inútil pero aún inaccesible para la competencia, comprar sus más peligrosos rivales, contratar sus mejores ingenieros, administradores o mercadólogos, abrir centros de investigación en India o sencillamente trasladar la producción al menos de algunos componentes a países de costos menores.

Conclusión: beneficios increíbles para los CEOs (central excutive officcers) y desempleo para empleados y obreros.

B) Los economistas norteamericanos tienden a considerar el empleo como trabajo necesario para obtener ingresos ganados, lo cual es cierto en una economía de mercado, pero no como fuente de orgullo y satisfacción por un producto o servicio realizado que en cierto sentido real reproducen la personalidad. En el objeto de su actividad el ser humano se considera su artífice y se siente realizado.

Marx, economista, filósofo y profeta, como lo caracterizó Schumpeter, distinguía dos “alineaciones” o sea dos maneras de sentirse el obrero alejado de su trabajo: porque no veía sentido a lo que hacía y porque le robaban parte del valor de su trabajo.

La alineación por “sin sentido” significaba que no podía apreciar el valor de uso de su producto, su pertinencia a la satisfacción de necesidades humanas. El ejemplo de la división de tareas es la producción de alfileres de Adam Smith nos explica esta alineación: no es lo mismo restringir el trabajo a soldar cabezas de alfiler con su columna que ejecutar las doce o quince tareas necesarias en su famoso taller para construir y empacar el alfiler completo. El alfiler es un objeto pequeño pero su valor de uso es evidente. Soldar una cabeza a una barrita de metal, en cambio, sólo tiene sentido de manera refleja no intuitiva. Mucho más oculto se encuentra aún el sentido de operaciones mecánicas como apretar una tuerca en una máquina que no se sabe ni para qué sirve.

En este mismo tipo de alineación habría que incluir la pérdida de identidad del trabajador por su profesión (soy un productor de alfileres o un mecánico soldador) y más aún la del capital humano, técnicas y competencias adquiridas en un trabajo que ya no es aplicable a otro. Las investigaciones realizadas en Rusia sobre la catástrofe demográfica (muertes por violencia, alcoholismo, suicidio) entre varones adultos que perdieron su antiguo oficio aun cuando hallan logrado un empleo en otra actividad hablan de importancia práctica del empleo como oficio.

Más sabido, por supuesto, es el sentimiento de abuso experimentado por muchos obreros que se consideran injustamente remunerados y creen que la riqueza de sus empleadores nace del abuso salarial al que son sometidos.

En este terreno del desempleo y de bajos salarios existen medidas eficaces de autodefensa, los sindicatos que en estos momentos experimentan un reverdecer, y de políticas públicas compensatorias: programas masivos de reentrenamiento, de educación de calidad y de seguridad social (no de asistencia), sobre todo en salud.

C) Obviamente todos los países enfrentan el problema de recursos limitados que impiden so pena de inflación y de desajustes fiscales alcanzar lo mejor, enemigo siempre de lo bueno. Parece, sin embargo, que en los mismos Estados Unidos, tan fanáticos creyentes del esfuerzo y de la responsabilidad individual soplan brisas solidarias.

Bus y Obama critican las extravagantes remuneraciones del mercado empresarial. Después de una década de congelamiento es inminentes un aumento del salario mínimo. Probablemente se limitarán las exenciones fiscales regresivas y, tal vez, aumenten las tasas impositivas a los ingresos más altos. Ni las ventajas del libre comercio pueden en una sociedad democrática limitarse a los ricos ni sufrir sus desventajas los receptores de bajos salarios o los desempleados.

Países como República Dominicana tenemos que saber aprovechar estos nuevos aires sin olvidar que la aprobación del CAFTA-RD nos llega en medio de una crisis energética, de una palpable debilidad institucional, de un ilimitado potencial de fuga de capitales y del uso abierto del erario público con fines electorales. Paradójicamente nuestra mayor apertura al comercio internacional tiende a mejorar la institucionalidad y la calidad de políticas fiscales y monetarias más orientadas al bien común. El enemigo, en cambio, de un Proyecto de Nación es la falta de credibilidad de nuestros Gobernantes porque no existe auténtica aceptación de Proyectos de envergadura sin confianza en que los más altos impuestos serán usados para el bien de todos y no del partido en el poder. Esa confianza hay que forjarla contra la historia creando nuevas instituciones de control del gasto público y criminalizando conductas aberrantes de los Gobernantes que estén en el poder mientras estén en él o sea reduciendo su poder a límites aceptables. Nada distinto parece creíble. La historia nos acusa.

2. Desempleo tecno-lógico o desempleo comercial

Obviamente la tendencia mundial común en casi todos los países a desempleo mayor con riqueza material mayor se debe a la estructura económico-social-cultural de nuestra civilización. Intentar explicaciones mono u oligocausales pecará de simplismo. La compresión mínima del actual comercio internacional exige la inclusión de la tecnología en sus múltiples formas (electrónicas, organizativas, informativas, locomotivas) y éstas son inexplicables sin considerar cambios culturales y científicos que a su vez dependen hasta del cambio de paradigmas religiosos y de formas nuevas de interrelaciones sociales.

Como esta tarea está bien por encima de nuestras fuerzas tenemos que recurrir al truco econométrico de analizar las relaciones entre indicadores que nos parecen típicos del comportamiento de cada una de ellas y aceptar parámetros “dummies” que resuman lo que queda sin explicar. Todo muy elegante pero todo muy aproximado por defecto más que por verosimilitud.

A) Un primer resultado salta a la vista: aun sin libre comercio internacional la tecnología es capaz de desarrollarse. La capacidad creativa del ser humano lo lleva a introducir cambios en la satisfacción de sus necesidades: el nómada guerrero de tiempos de Atila aprendió técnicas militares de caballería distintas de las de los romanos; los hombres primitivos aprendieron a hacer fuego para cocinar sus alimentos y resguardase del frío. En el capítulo 4 del Génesis se nos habla mitológicamente de los creadores de la cultura nómada, musical y metalúrgica.

Un segundo resultado es secuela del anterior: nuevas formas de hacer las cosas vuelven inútiles oficios que antes usaban otra técnica. Entre tecnologías que provocan desempleo figuran: la rueda que dejó sin trabajo a millones de esclavos, las lomocotoras diesel que suprimieron la necesidad de fogoneros para alimentar con carbón las calderas, los ferrocarriles sustituyeron los carruajes, las computadoras a las mecanógrafas, etc., etc. No parece exagerado afirmar que la tecnología busca simplificar tareas difíciles eliminando trabajos duros.

En tercer lugar comprobamos que cada nuevo proceso productivo y cada nuevo producto exitoso perjudica a empresas tradicionales que se ven forzadas a despedir personal.

El personal desplazado dotado de habilidades que ya no se demandan sufre las expuestas desventajas de no hallar fácilmente empleo o de tener que conformarse con otro que apenas conoce, donde suele ganar mucho menos y en el que se siente “alineado”, separado, de su verdadera capacidad.

La historia tecnológica de la humanidad puede reducirse al esfuerzo creativo de nuevas formas de producción que facilitan la vida a costa de declarar inútiles las tecnologías existentes y las capacidades acumuladas por las que las ejercían. Como dice Zaramago en La Caverna cada día dejan de hablarse dialectos varios y cada día quedan obsoletos oficios antes útiles. Prometeo es el Dios tecnológico y los desempleados sus víctimas sacrificiales (como la vida que disfrutamos para tener que perderla). Para las vidas letalmente heridas por el desempleo tecnológico somos los economistas como los médicos y los curas artesanos remediales no taumaturgos.

B) Con lo anterior queda dicho que, para mí, es la tecnología no el libre comercio

responsable principal del desempleo. El efecto cumulativo del desarrollo tecnológico encuentra en el más abierto comercio internacional un factor multiplicador muy eficiente. En el fondo desarrollo tecnológico y libre comercio obedecen a idénticas causas pero el libre comercio parece más manejable.

Aparentemente todos deseamos las ventajas de la tecnología incorporada en tantos bienes y servicios disponibles y todos tenemos sospechas de que en el comercio internacional el pez mayor se desayuna con el más chico. Las apariencias engañan: en nuestro caso casi todos los bienes sofisticados y artificiales que deseamos son de afuera y de afuera nos vinieron y está por investigarse si los peces mayores de nuestra pecera doméstica son menos voraces que los de ultramar.

Por supuesto es posible retardar en unos pocos años la vigencia de tratados de libre comercio -hasta el CAFTA-RD reconoce la legitimidad económico-social de la “industria naciente” de Hamilton y List- pero se trata de una simple prórroga. Hasta los países socialistas de otra y de ahora practican un proteccionismo industrial pasajero o incluso verbal para ganar tiempo en el proceso de desarrollo tecnológico nacional (URSS) o para protegerse del imperialismo tecnológico-político norteño. En un más bien mediano plazo y por fascinación consumista o militar China o Vietnam aceptan el libre comercio como pasaporte con visa al reino de la tecnología. Seamos sinceros.

3. ¿Realismo o utopía?

Los economistas no solemos cultivar el género literario de la utopía. Son más bien pensadores filosóficos o religiosos (los socialistas románticos y anarquistas, Campanella, More, Ribadeneyra) quienes han diseñado sociedades en las cuales sus ciudadanos siguen o deben seguir normas de conducta motivadas por un desinterés jamás vivido en grandes (no en pequeños) grupos sociales.

A principios del siglo XXI las grandes utopías económicas son de dos tipos: las ecológico-ambientales, que sí suenen a ratos a utopía estricta, y las institucionalitas estilo Buchanan ligadas contra sus deseos a la social democracia, que no son utopías totales ni nada que se les parezca sino construcciones que buscan la convivencia institucional motivadas por el interés y la solidaridad.

Dudo que pueda existir una utopía vigorosa capaz de enfrentar con éxito (dejaría de ser utopía) el prometeismo tecnológico de nuestra civilización dominante. Tal vez una tragedia cósmica cambie “mañana” esa perspectiva suicida. Mientras tanto, hijo del “realismo” económico, me quedo con políticas compensatorias.

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