Desentrañar el futuro II

Desentrañar el futuro II

Ahora que se publican tantas encuestas sobre preferencias políticas, es obvio que los partidos -sus dirigentes- pretenden escrutar “el futuro electoral”. Al mismo tiempo, intentan labrar, componer o “fabricar” ese futuro. Creen que es posible inducir a la gente a que “construya” el futuro según sus deseos. Para estos fines, todos los medios son válidos. Se hace propaganda a la manera tradicional, se publican historias falsas, se echan a correr rumores denigrantes contra candidatos a cargos electivos. Comprar voluntades, extorsionar empresarios, asustar adversarios, promover el transfuguismo partidario, son algunos de los procedimientos utilizados para “modelar” el futuro a conveniencia de cada político.
El futuro es, según la definición de los viejos filósofos, “lo que aun no es”. Pero, de todas las cosas posibles, hay una de ellas que se “adelanta” y se hace real. Lo real es, pues, “la actualización de la posibilidad”, si nos guiamos por los celebérrimos razonamientos de Leibniz acerca de lo real y lo posible. En vez de esperar a que “el destino” determine los hechos, sería mejor empujar los hechos para que estos edifiquen el destino. En la época de Cayo Julio César, los políticos ponían gusanos cerca de los gallos premonitorios, para que estos picotearan con entusiasmo, indicando así “al lado de quien estaría la suerte”.
Toda la vida la política ha ido acompañada de trampas y marrullerías. Trabajo y maña, oratoria y habilidades, persistencia y disciplina, son virtudes imprescindibles para alcanzar el éxito político. Brujos y astrólogos son buenos aliados en cualquier campaña política. Es fama que Balaguer se hacía acompañar: de brujos dominicanos cuando viajaba a las provincias fronterizas; y de brujos haitianos cuando viajaba al Cibao. Unos brujos influían sobre los otros; entre ambos grupos podía crearse una “percepción ganadora transprovincial”.
Conviene distinguir entre políticos y politólogos. Maquiavelo fue un político; en cambio, Platón, para dolor de su familia, fue un politólogo. Pero todavía es necesario “refinar” más estas distinciones. No es lo mismo un politólogo que un “gobiernólogo”.
Ahora los sociólogos llaman “cratología” al estudio real de los actos de gobierno, para evitar que se confunda con asuntos de teoría política o de ideología social. Un politólogo recomienda reformas constitucionales; un “gobiernólogo” prefiere repartir garrotazos.

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