Desentrañar el futuro III

Desentrañar el futuro III

Las viejas “técnicas adivinatorias” del futuro son hoy calificadas como “mágicas”. Las “predicciones astrológicas” están basadas en los desplazamientos de los planetas conocidos durante todo un año. A partir de la fecha del nacimiento, los astrólogos determinan el carácter de las personas. Cada signo del zodíaco es una “pieza de caracterología especial”, avalada por tradiciones milenarias. La antiquísima astrología, desacreditada en estos tiempos, introdujo el elemento “condicionante” del destino que es el carácter o talante de cada individuo. Podemos contribuir en la forja de nuestro destino: si trabajamos con empeño; si sembramos adecuadamente, cosecharemos con abundancia; estudiar, trabajar, engañar, son otras tantas vías para “construir nuestro destino”.

Con trabajos o engaños, si persistimos lo suficiente, podemos llegar a ser ricos, a realizar nuestros sueños más intrincados. También es posible organizar, programáticamente, ambiciones para alcanzar alguna forma de poder político. Se dice a menudo que “el destino lo hace uno”. Que las personas audaces se atreven a más cosas que las tímidas es evidente; bravura e inteligencia, a lo largo de la vida, rinden frutos indiscutibles. Las personas que confían en sus “propios instintos” solamente consultan los videntes para conocer “el momento propicio” para actuar con energía. Por este motivo, ha llegado a decirse que destino y carácter andan cogidos de la mano.

Los pronósticos del tiempo nunca son exactos; desde luego, son científicos. Todos los días, en la televisión española, vemos a un especialista en meteorología explicar las borrascas, las líneas isobáricas y el anticiclón. Dependiendo de lo que él diga, miles de personas saldrán de sus casas con paraguas o con sobretodo. La lluvia, el viento, el frío, no aparecen por una corazonada del meteorólogo.

No tan fáciles son las cosas en el campo de las “ciencias” sociales. El politólogo Francis Fukuyama se atrevió a pronosticar el fin de la historia, entendida a la manera hegeliana. Ya no habría un ritmo de cambio “consecuencial” –racional-, como establecen los pasos clásicos: tesis, antítesis, síntesis. Las políticas decepcionantes del mundo actual hacen pensar en dictaduras, con o sin “apoyo popular”. Cromwell y Hobbes, en Inglaterra, Hitler y Mussolini, en Europa, Trujillo y Franco, en el ámbito hispánico, llaman poderosamente la atención de analistas sociales, antropólogos, historiadores.

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