Desentrañar el futuro IV

Desentrañar el futuro IV

Hay indagaciones acerca del futuro que son puramente adivinatorias. Bolas de cristal, lecturas de manos y barajas, podrían estar entre ellas. Los horóscopos son una costumbre antigua, prolongada por los periódicos modernos. Habrá quien diga que si las posiciones de los planetas determinan las mareas y las temperaturas, muy bien podrían afectar a las personas. Y se desataría, inmediatamente, una controversia indecidible.
Los pronósticos científicos, basados en observaciones medibles o cuantificables, gozan de gran prestigio en los tiempos que corren. Ecologistas, estadígrafos, físicos, cosmólogos, opinan continuamente sobre el futuro de “la especie humana”. Últimamente, han entrado en escena predicciones de sociólogos y economistas.
También politólogos, antropólogos, filósofos, concurren hoy a la vieja tarea de desentrañar el futuro. De modo que, en los esfuerzos por saber “lo que vendrá”, están presentes: adivinos, brujos, cartománticos, astrólogos, religiosos de varias denominaciones; pero también académicos de distintas disciplinas, quienes reclaman para si el mérito de la profecía científica. Gitanos, profesores de física cuántica y algunos cosmólogos, compiten en la tarea de “rasgar el velo del futuro”. Cada grupo con estilos y métodos distintos. Todos los días aciertan y fracasan, tanto los adivinos como los científicos. Entonces irrumpen los matemáticos con el maravilloso “cálculo de probabilidades”, para explicar aciertos y fracasos.
No obstante, existen personas observadoras que examinan los prejuicios dominantes en cada sociedad, las creencias más difundidas, los hábitos establecidos; y luego asocian y organizan estos datos en “ristras coherentes”. A partir de estas “ensambladuras” de conjuntos, logran componer una visión general, que no podrá calificarse de adivinatoria, ni de científica. Esta “visión general” les permite a esas personas zahoríes pronosticar “hacia dónde van los tiros”: en la economía, la política, las relaciones interpersonales, la convivencia de las grandes naciones.
Estos “analistas sociales” que pronostican con acierto, son racionales aunque no sean científicos. No pueden hacer experimentos rigurosos con las personas y sociedades a las que se refieren sus predicciones; pero pueden trazar planos inteligibles para entender el presente y avizorar el porvenir. Ni gitanos, ni estadígrafos, esos sujetos privilegiados anticipan el futuro con sorprendente exactitud. A veces son novelistas; otras veces, poetas o historiadores. En su “tiempo libre” ejercen como profetas racionales, utilizando métodos híbridos: lógicos y olfatorios.

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