Desequilibrios y oportunidades (3 de 3)

Desequilibrios y oportunidades (3 de 3)

Jesus de la Rosa.

En la época actual de cambios acelerados en todo el mundo, las instituciones de educación superior pueden realizar importantes aportaciones al avance y al progreso de la sociedad, siempre que se les dote de los recursos y la libertad de acción necesaria y que sean lo suficientemente previsoras y flexibles como para adaptarse a los cambios que se están produciendo constantemente en torno a ellas.

Los maestros de mi generación hemos sido testigos de grandes debates sobre educación superior, cuyos momentos más dramáticos fueron aquellos que dieron lugar a profundas transformaciones de los esquemas y modelos tradicionales de universidades. Tiempos aquellos en que los procesos de reforma de las instituciones de educación superior estuvieron a la orden del día en la América Española, en los Estados Unidos, y en otros lugares del mundo.

Dichos procesos repercutieron en las estructuras de casi todas las instituciones educación superior, concretándose fundamentalmente en la introducción de los estudios generales, la departamentalización de la docencia, el cultivo y desarrollo de las ciencias básicas y una mayor flexibilidad académica mediante el establecimiento de un sistema de crédito.

Como bien lo expresara el conocido profesor venezolano Luís Yarzábal “uno de los aspectos más notables del proceso de transformación de la educación superior en la región ha sido la pérdida de importancia relativa por parte de las universidades, al emerger numerosas y disímiles instituciones que han originado un complejo y diversificado universo postsecundario, que ha crecido de manera no controlada, afectando, por ello, la calidad, la pertinencia y la equidad de los subsistemas nacionales” A pesar de ello, debemos de admitir que las universidades, introducidas en el Nuevo Mundo por la Corona Española y la Iglesia Católica en la primera mitad del siglo XVI, jugaron un papel determinante para la evaluación y el desarrollo de las sociedades latinoamericanas.

En la actualidad, el debate sobre las instituciones de educación superior se centra en las contribuciones que éstas pueden hacer a la modernidad, plasmada en un proyecto de sociedad comprometida con el desarrollo humano sustentable.

En los últimos cincuenta años, la educación superior se ha venido transformando de manera significativa en muchos lugares del mundo: el número y la proporción de estudiantes son mayores; existe hoy una mayor diversidad de instituciones con fines y funciones variadas; se han multiplicado y diversificado los tipos de estudiantes, de programas y de personal académico; han crecido las exigencias y competencias a las que se enfrentan las instituciones. En resumen, son muchos los que afirman que pocas instituciones del mundo contemporáneo viven mayores transformaciones y retos que aquellos que experimentan las instituciones de educación superior.

En su libro Staffing Higher Education, Maurice Kogan y coautores describen en forma clara y concisa las principales tendencias en la educación superior. Retomamos algunas de ellas: cambios en su estructura y composición, en su papel e imagen ante la sociedad, en los objetivos que se traza en la organización que toma para alcanzarlos.

En lo referente a la nuestra, nos referimos a la Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), la misma muestra una gran apertura cuando se le compara con la situación que prevalecía en ella hace unos cuantos años, hasta los días finales de la dictadura de Trujillo.

Su expansión y cobertura de hoy día son productos de la incorporación creciente de jóvenes que antes no hubieran accedida a ella; de mujeres que participan en todas las áreas y son mayoría en muchas de ellas; de minorías socioeconómicas previamente marginadas y sin apoyos; de profesionales que buscan actualizar sus conocimientos mediante diplomados o estudios de postgrado: maestría o doctorado; y de adultos que aspiran a obtener el título profesional que no pudieron alcanzar cuando jóvenes.

Todo lo expresado en los párrafos anteriores es reflejo de sociedades cambiantes, que exigen cosas bien distintas de sus universidades e instituciones de educación superior.

¿Qué perfil deseamos para nuestro sistema de instituciones de educación superior?
El de una misión bien definida, con estructuras curriculares flexibles y cuerpos académicos sólidos. Y que descanse en una gestión eficiente y eficaz.

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