Desequilibrios

Desequilibrios

En un país cuyo crecimiento excepcional de la economía ha tenido como contraparte el proceso de acentuación de la desigualdad social más agudo del continente Bsegún afirma un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo- no puede sorprender mucho que el 40% los usuarios regulados de la electricidad haya sufrido una grave erosión en su capacidad de pago al subir la tarifa del servicio.

El superintendente de la energía, ingeniero George Reinoso, aseguró anteayer que la disminución del ingreso de tantas familias ha hecho crecer las deudas de los clientes con las distribuidoras, -en adición al 40% de los conectados que no pagan- originándoles un déficit mensual de US$30 millones, factor número uno en la causa de los apagones financieros que han trastornado a la nación.

Para el alto funcionario, una de las medidas que se pueden tomar en el corto plazo es tratar de que los usuarios recuperen solvencia, lo cual, dijo, debería ser sopesado por los empleadores, públicos y privados; se puede interpretar que es una opinión favorable al aumento general de salarios.

En otro enfoque de la situación, el consultor financiero José Luis de Ramón dijo que lo que primero que debe hacerse, para iniciar la solución de la crisis eléctrica, es bajar el precio de la energía, lo que conduciría a que la gente pague más.

Esto corregiría una injusticia Bagregamos- pues aunque no se quiera admitir, el recurso en juego del sector energético ha sido aplicarles a los usuarios que se rigen por contratos el peso de los cobros a los que otros no se someten.

En esta coyuntura, y por efecto de la devaluación, se han hecho pues muy ostensibles las distorsiones del régimen tarifario.

A la realidad de que en nuestro medio los salarios son nominalmente bajos, se ha sumado el que en el último año y medio, el valor de la moneda nacional ha sido arrasado.

Esto ha ocurrido en el marco de un permanente desbalance entre quienes generan más riqueza, que constituyen entre 10% y 20% de la población, y amplios sectores de medianos y bajos ingresos que dependen de salarios disminuidos por la inflación y de pequeños negocios en crisis.

Al mismo tiempo, el régimen fiscal dominicano, basado más en impuestos directos que en tributos a las utilidades, ha tendido a reducir el papel del Estado en la redistribución del ingreso y la asistencia social.

Ya no es posible que el país siga adelante con tales situaciones. La carga de subsidios, gastos corrientes y pago del servicio de la deuda ahogan al gobierno.

Los parches de las medidas provisionales para sobrellevar los déficit de un fisco que tiene que enfrentar obligaciones que superan sus posibilidades se están reventando.

Este es el panorama en vísperas de una reforma fiscal que debería, ineludiblemente, aliviar los déficit del sector público y de la economía en general, dando mayor solidez a las recaudaciones, a lo que el Estado debería responder con una mayor eficiencia en el gasto, propiciando a su vez un aumento real del ingreso de las familias.

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