Desesperanza ante la sangre

Desesperanza ante la sangre

Cuatro asesinatos de mujeres a manos de hombres decididos a tenerlas bajo su control aún a costa de las vidas de ellas y de las propias, todo en 24 horas, es demasiado para este país. Derramamientos de sangre que impactan con una percepción de impotencia (¿Qué hacer contra estos actos bárbaros?) en el seno mismo de una sociedad llevada frecuentemente al dolor de pérdidas irreparables, subrayadas ahora con el estremecedor balance de un solo día. Una embestida de los peores rasgos del machismo con ribetes de epidemia, con pocas esperanza de que con acciones de algún tipo pueda ser contrarrestada la maldita peste de los crímenes de género.

El estallido, visto desde su posible causa profunda, que lleva a cercenar vidas femeninas se larva en lo recóndito de mentalidades que aparecen por doquier. Individuos formados sin valores ni conciencia de respeto a la existencia humana. Curtidos en un absurdo sentido de superioridad que les lleva a ver a la mujer como propiedad condenada a la sumisión. En las relaciones interpersonales de este medio se manifiestan esquemas primitivos de conducta masculina que llevan a victimar continuamente a mujeres, fatal propensión que debe encender alarmas agregadas a los pesares que causan las desgracias de esta índole; reaccionando sin tregua, a voz en cuello, contra la violencia para insistir en combatirla por los medios posibles, del Estado y de entes no gubernamentales.

Sorprendente y esperanzador

La impresión que es lógico tener a partir de lo visible en los ejercicios de Estado es que este país necesita tomar prestado hasta para hacer cunetas y retretes a más de endeudarse repetidamente para pagar lo que de viejo se debe, una necesidad de «pies de amigo» financieros que a veces causa vergüenza ajena porque, de otro lado, la riqueza, los sueldazos y el derroche tienen aquí demasiado muestras; y porque el alto crecimiento lleva a suponer autosufciencia.

En ese contexto cabe suponer el alivio que traerían a todos acá las últimas palabras (empeñosamente restringidas como hábito presidencial) escuchadas al primer mandatario Danilo Medina: «Son obras que se harán sin financiamiento, con la economía del Gobierno», al tiempo de mover la primera palada de una inversión pública multimillonaria para otro teleférico.

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