Deshaitianizar el país

Deshaitianizar el país

La frase «deshaitianizar el país» apareció en un magnifico artículo de Ubi Rivas, publicado el pasado martes 13 de abril en curso en HOY. Pero de esa frase yo, y millones de dominicanos conscientes, nos hacemos co-responsables, porque pensamos igual que Rivas.

La prensa publicó la información de que en un campo de Higüey un grupo de haitianos quemó la bandera nacional mientras llevaba a cabo su pagano rito del «ga-gá».

Si los haitianos que están en el país de forma ilegal quieren seguir con su «ga-gá» y su «vudú», ¿qué le vamos a hacer si tales cosas se les permiten, aunque lentamente vayan lesionando la cultura nuestra en las personas de escasa preparación?

Pero la quema de nuestra enseña tricolor sí es algo que no se puede perdonar. Y no con una simple sentencia judicial que los condene a tantos días, semanas o meses de prisión. No, deben ser deportados de inmediato.

Es más, el gobierno debe tomar en cuenta este hecho, que por cierto no es la primera vez que sucede, y actuar en consecuencia. Los ilegales deben ser devueltos a su país de origen sin pérdida de tiempo, pues lo que está en juego no solo es nuestra cultura, si no también el futuro del país.

No hay que olvidar que la Constitución haitiana señala que «la isla es una e indivisible», y que la presencia «millonaria» de haitianos en nuestro país, con el respaldo de supuestas organizaciones «dominico-haitianas» y de un clérigo extranjero, pone en serio peligro la soberanía nacional.

Y yo pregunto: ¿ Qué hace más de un millón de haitianos en el país, si ya no cortan la caña como antes ? Cualquiera puede darse cuenta de que hay una serie de trabajos que están en poder de los haitianos. En la industria de la construcción la peonada es mayoritariamente haitiana. Ya es difícil encontrar un «coquero», un vendedor de frutas, que no sea haitiano.

Claro, los dominicanos tenemos la culpa de ese virtual «asalto» a nuestras fuentes de trabajo, porque las hemos abandonado y nuestros vecinos las han ocupado silenciosamente y con éxito.

La frontera es un inmenso «mercado humano». Hay quienes tienen como gran negocio el permitir la entrada al país de cuanto haitiano pague por ello.

Entonces, ¿ qué hacer ? Bien, tenemos un ejército de unas seis brigadas, si mal no me equivoco. Entonces, ¿ por qué no situar esas brigadas en todas las ciudades fronterizas, desde Pedernales hasta Santiago Rodríguez, con el único fin de impedir que nuestra frontera sea violada diariamente ? Y llevar ante un Consejo de Guerra a todo militar, no importa el grado que tenga, que permita de una u otra forma que sigan entrando haitianos en la invasión pacífica más peligrosa que hemos enfrentado en nuestra historia.

No es cuestión de derechos humanos ni cosa que se le parezca. Pero, efectivamente, los derechos humanos son violados, pero…¡ son nuestros derechos humanos! Y tal parece que vamos a seguir permitiéndolo. Ya muchos ilegales poseen cédula dominicana desde hace años, lo que les permite votar y elegir a nuestros gobernantes.

Por lo tanto, nadie puede garantizarnos que un día cualquiera no aparezca un político de apellido Pierré o Pié, que aspire a ser presidente del país, basando su aspiración en el voto haitiano.

Y los culpables serán todos aquellos dominicanos que, pudiendo poner coto a esa situación, no lo hacen ni le dan la importancia debida.

Sabemos que Haití es un país prácticamente inviable. No tiene las tierras necesarias para alimentar a sus ocho millones de habitantes ; ni tiene la cobertura sanitaria mínima para cuidar la salud de esos millones de seres humanos. Y cuando muchos de ellos entran al país, nos traen, junto a su hambre ancestral, un grupo de enfermedades que había sido erradicado desde la tiranía de Trujillo, pero que está recobrando terreno a toda velocidad. Pregúntenle a un dominicano joven qué rayos es la «buba» y, salvo que sea estudiante de Medicina, no sabrá lo que es. Y ni hablar de otros males que constituyen un enorme peligro para los dominicanos.

Se impone, pues, «deshaitianizar el país», como dice Ubi Rivas, y demostrarle a Estados Unidos, Francia y Cánada, que el problema del vecino no podemos resolverlo nosotros, y mucho menos abriéndole nuestra frontera.

Es un asunto de puro patriotismo hacer lo que debemos hacer, con métodos humanos, para evitar otro 1937, cuando Trujillo «deshaitianizó» el país, a su manera. Hagamos lo que debemos hacer, pero ahora, antes de que sea demasiado tarde.

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