El 26 de abril último, la Primera Dama de la República, doctora Margarita Cedeño de Fernández, anunció por tv en el que lució tensa y contrariada, su desistimiento a la candidatura a la Presidencia de la República en las elecciones de 2012, con el pretexto de impedir la división del PLD.

Precedieron a ese hecho varios factores, el principal, la decisión del presidente Leonel Fernández de abstenerse a modificar un artículo único de la Constitución vigente auspiciada en su total reforma por el gobernante, y renunciar así a presentarse a un tercer mandato como candidato en las elecciones de 2012. Esa abstención la produjo el gobernante en mensaje el 8 de abril.

Ambas decisiones parecen sensatas y la lectura ipso facto que transmiten es que el presidente Leonel considera desde ya que los factores económicos consecuencia de la tendencia del alza del petróleo que podría trepar a US$150 el barril para fines de este año, más el síndrome del hastío, no las tienen todas consigo ni para un proyecto reeleccionista ni para que el PLD prosiga en el poder más allá del 16-08-12.

El segundo factor que parece contribuyó a que la Primera Dama desistiera de una aspiración que  merece y a la cual asiste todo derecho, consiste en que nunca hasta los últimos meses, no se promovió como aspirante presidencial, contrario a seis pretendientes a la conflictiva silla de “alfileres”.

El hecho de que un total de 403 miembros del Comité Central del PLD 381 favorecieran la candidatura presidencial de la doctora Cedeño de Fernández, contra algunos de los 18 miembros del todopoderoso Comité Político, más el aval del magno trabajo social de la Primera Dama en el DPD, laudable, no fueron ingredientes determinativos para escogerla como candidata presidencial.

Empero, su trabajo está ahí, brillante, abarcador de una dimensión ancha de socorrer preteridos que es lo que cuenta y la aceptación multitudinaria de Margarita mucho más allá de la grey morada que vale muchísimo.