Cuenta la leyenda oriental que el significado de las margaritas depende del color: el rosa o rojo simboliza pasión, el azul felicidad y de otros colores, alegría.
Pero se dice que soñar con margaritas en otoño o invierno trae mala suerte. Son supersticiones.
Hubo una época que cuando se pensaba en la persona que te gustaba y dudaba sobre sus sentimientos comenzaba a deshojar margaritas para tratar de saber si «¿Me quiere?», «¿No me quiere?», hasta llegar al último pétalo.
Sin embargo, deshojar margaritas no solamente se trata de saber si alguien te quiere, es el fin en sí mismo del extravío del amor, pero en el Partido de la Liberación Dominicana esta práctica de enamorados no es nada «divertida», el asunto es que Margarita Cedeño Lizardo, a quien no conozco, es una “infuencer”, en una importante franja de personas en edad y condiciones de votar, y ella como política tiene un pensar propio que la distancia de los dos sectores en fieras peleas por el control político y electoral de ese partido.
Para alguien como Margarita, que está en el centro del poder oscilando, por momento ha llegado a “pensar públicamente” que puede ser el puente en un partido que, agotado hacia lo interno por dos ejércitos de gladiadores, tirios (danilistas), y troyanos (leonelistas) sedientos de un mismo y único trofeo: el poder; y con el sambenito de funcionarios y exfuncionarios, de uno y otro lados, cuestionados públicamente; pero el mensaje y la voz de Margarita no se oyen en el tronar y espanto de la guerra.
En esa trági-cómica fábrica de presidentes que es el PLD, inicialmente propuesta por Leonel Fernández y actualmente regenteada, como una expresión de sangre nueva, por Danilo Medina, resulta que, como estrategia y expresión de valores de una organización política, es ética y moralmente una ruptura con las estructuras internas de la organización en razón de que hoy políticamente es evidente la postura de exclusión, toda vez que deliberadamente Margarita, mejor valorada que el conjunto de aspirantes oficialistas, fue como, en la realidad líquida del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, una entidad individual que debe crear una estructura propia para determinar sus decisiones y forma de hacer política.
-«¿Me quiere, Leonel?», «¿No me quiere?”; «¿Me quiere, Danilo?» «¿No me quiere?”. Nadie como Margarita debía saber que corría ese riesgo en un partido estructurado hoy por una psiquis machista, que ha renunciado al propósito originalmente colectivo, para abrazar el “individualismo grupal”, donde dos grandes caudillos han conseguido desprenderse de los valores y de los estamentos que nucleaban el partido desde los comités de base hasta el comité político, y de un tiempo a esta parte cada caudillo crea su propia plataforma y se ha convertido en algo intemporal y estable, por tanto, las aspiraciones tienen que tener la aprobación de los barones del partido, divididos entre tirios y troyanos, donde los guerreros deben seguir las estrategias y las tomas de decisiones, según los jefes tribales.
El último pétalo de la flor, de si es sí, tanto Danilo como Leonel, lo han rechazado con su mudez, ignorándola, lo que significa que le han dejado en claro que ella no es una noble baronesa. Margarita, tercera en valoración electoral, no califica para correr tras el mismo trofeo, junto a los importantes y poderosos barones que catapultan la coalición danilista ni pilotar la nave nodriza en que regresa el leonelismo.
Las relaciones amorosas entre peledeístas, como entre tirios y troyanos, se han convertido en episodios de lenguaje hiriente, frente a los que, el ciudadano de a pie, técnicos y profesionales la clase media y los empresarios que han desfilado por el Palacio Nacional, comentan pública y privadamente, que, como en el decadente Imperio Romano, prima en los contendores el espíritu de victoria grupal. Después del grupo que entre el mar.
En el PLD, tanto danilistas como leonelistas, cierran caminos a la posibilidad de una tercera fuerza, puente que serviría de bajadero a uno y a otro. Pero las heridas propinadas a cuchilladas verbales en la sabana política son tantas que no hay dispensarios para curarlas.
Una candidatura de Margarita sería un sueño de otoño, y en las creencias y supersticiones populares orientales se pregona que en otoño ni en invierno es bueno soñar con margaritas.
Por lo visto, para crecer, Margarita deberá esperar otras primaveras en los huertos peledeístas.