Desigualdad y no igualdad

Desigualdad  y no igualdad

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Como señalamos en nuestra entrega anterior, no estamos de acuerdo que ante la justicia y la verdad seamos medidos con la misma ley, porque el que infringe la ley, no es un individuo que está bien conforme espiritualmente ni prácticamente. La desigualdad de que hablamos no incluye la fraternidad, podemos ser justos, equitativos, buenos, sin convertirnos en desertores de nuestros ideales; podemos prestar nuestro apoyo a una causa que creemos justa sin que con esto estemos faltando a nuestros principios fundamentales. La verdad, que es el principio fundamental de todo sistema filosófico, religioso ó administrativo, es por lo que luchamos y por eso decimos que no nos convertimos en desertores del ideal que sustentamos porque en algún instante nos alejamos de él, para prestar nuestro apoyo a algo que sea fundamental para alcanzarlo por nosotros, anhelado en principio.

Ahora bien, la desigualdad que deseamos solamente abarca el terreno de lo intelectual, el grado de perfección hasta donde haya llegado el hombre, de ninguna manera queremos que se interprete esto en un sentido erróneo, pues no estamos hablando de desigualdad de clases, ni de razas, nuestra tendencia sólo abarca la superioridad dentro de la evolución, entendiendo por evolución ascensión o acercamiento a lo perfecto mientras más evolucionado sea el hombre, más perfecto será, y, mayores privilegios se merece; porque debemos ser lo más cercanos a la perfección que pueda lograrse en el transcurso de su vida, porque somos parte del “todo” que nos ofrece Dios, luego debemos tratar de acercanos lo más que sea posible al Señor Jesucristo, que es el ejemplo de perfección, luego, tratemos de acercarnos a Él.

Nuestra función sobre la tierra es la misma que la del obrero, es decir, laborar por la construcción de un mundo mejor, que está todavía lejos de lograrse. Por eso el artista trabaja en su obra hasta lograr, si es posible, la forma apetecida, y, por eso también debemos laborar hasta el fin de nuestros días, por una sociedad que cumpla con estos objetivos, por eso es preciso luchar también para acabar con la impunidad de los corruptos de todos los niveles que se han hecho dueño del país. ¡Que Dios oiga nuestro ruego!.

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