Desigualdades e inequidades sociales y salud

Desigualdades e inequidades sociales y salud

Con frecuencia leo en los periódicos locales artículos y noticias usando los conceptos de desigualdad e inequidad como si fueran sinónimos. Aunque parezcan iguales, en realidad no lo son. La razón principal de que en sean términos diferentes es porque se refieren a planos distintos. Igualdad y desigualdad son conceptos estadísticos; equidad e inequidad son conceptos éticos y morales. La igualdad y desigualdad describen una realidad y la equidad e inequidad califican dicha realidad.
El concepto de inequidad es relativamente nuevo cuando se compara con el concepto de desigualdad el cuál se remonta a las sociedades antiguas.
La desigualdad social en las sociedades precapitalistas era reconocida como un fenómeno natural y hasta divino. En los tiempos de las sociedades esclavistas la diferenciación social era atribuida al estatuto no humano de los esclavos. En las sociedades feudalitas, las relaciones de servidumbre son legítimas por derecho divino y la dominación del señor feudal es aceptada por los siervos. En el capitalismo del siglo XX la desigualdad se entiende como una condición necesaria de todas las sociedades y surge de la necesidad de recompensar a los hombres más destacados y atribuir mayor importancia funcional a ciertas tareas. Esto significa que cualquier sistema de estratificación representa una jerarquía de valores. En contraste, aquellos que predican por una sociedad igualitaria ven la desigualdad social como el resultado de un sistema distributivo injusto y consideran que toda reducción de la desigualdad aumenta la equidad. Personalmente no veo nada equitativo que se le pague igual a quienes trabajan y a quienes no. También vemos sociedades relativamente igualitarias con niveles generalizados de pobreza y sociedades desiguales con un mínimo de población pobre.
En el campo de la salud, la relación entre desigualdad social y salud-enfermedad está documentada desde hace siglos. En el debate actual el interés está en aquellas desigualdades que son reconocidas como inequidades en salud. Es decir, la inequidad entraña una valoración ética donde existen nociones de que las desigualdades son evitables, inaceptables e injustas. Nadie considera como inequidad la diferencia natural biológica que determina que la mujer viva más que el hombre. De igual manera no es inequidad que los fumadores y alcohólicos tengan una mayor morbilidad y mortalidad. Ahora bien, el acceso inadecuado a servicios de salud esenciales se percibe como inequidad.
La diabetes, hipertensión y la enfermedad renal, aunque tengan una prevalencia mayor en ciertos grupos, no deberían representar una inequidad en salud. Pero si por razones socio-económicas algunos diabéticos, hipertensos y enfermos renales mueren por no recibir un tratamiento adecuado se convierten entonces en inequidades en salud. Que la mortalidad materno-infantil sea diferente entre hospitales y regiones del país es una inequidad. Que los pacientes dializados en centros públicos tengan una mortalidad más alta que aquellos en centros privados es una inequidad. Que mi hijo no muera de dengue y el hijo de Machepa sí, es una inequidad. La desigualdad social y las inequidades en salud están intrínsecamente relacionadas y es necesario ver la equidad en salud como parte de un componente esencial de justicia social. En América Latina vemos que países menos corruptos y donde el populismo no es predominante, los ciudadanos gozan de más equidad y tienen un índice de desarrollo humano más alto. Ejemplo de ellos son Uruguay y Chile. La otra cara de la moneda la tenemos en Venezuela. En nuestro país es urgente revalorar la lucha contra las desigualdades económicas y sociales para reducir las inequidades que se expresan en exclusión, pobreza, enfermedad y violencia.

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