Deslumbran estrellas en la novena gala de danza

Deslumbran estrellas en la novena gala de danza

Cada año más y más ángeles posan sus alas en ese nido que ha ido forjando Mónika Despradel. Estas Galas de Estrellas de la Danza a beneficio de “Nido para Ángeles” son ya una tradición, que además del loable propósito, brinda la oportunidad de conocer las grandes figuras de la danza mundial. En esta ocasión la gala fue dedicada a una gran figura de nuestra danza recién fallecida: Ruth Garrido.

“Yo también puedo” es un “opening” emotivo, donde de forma admirable, aquellos jóvenes con “capacidades diferentes”, logran, a través del movimiento, comunicarnos la felicidad que los embarga por estar allí y decirnos que ellos también pueden.

Una vez más, como en galas anteriores, el arte de la danza fluye incontenible, más allá del género, del estilo, de las formas; y es que la danza es y será siempre comunicación y entrega, y eso precisamente fue lo que pudimos disfrutar en esta novena edición.

El programa abre con la participación del Ballet Nacional Dominicano. La pieza “Preciso momento” de Marcos Rodríguez, es un paso a dos magnífico. El coreógrafo nos dice con palabras que “Cada eslabón de la vida se sincroniza en tiempo, hora y lugar para que la magia suceda en ese preciso momento” y la magia llevada a un plano espacial se produjo justo en ese momento en que los excelentes bailarines Jennifer Ulloa y el propio Marcos Rodríguez transformaron las palabras en hermosos movimientos y formas, expresión y entrega. Magnífico trabajo creativo e interpretativo.

Los bailarines del Teatro Colón de Buenos Aires Nadia Muzyca y Federico Fernández, abren el espacio a la danza clásica, al interpretar un “pas de deux” del ballet “Esmeralda”, coreografía apegada al original de Jules Perrot. La pareja se acopla, el bailarín Fernández es un verdadero soporte, decantándose en sus variaciones. La pareja regresa con “Eclypse”. La música de Piazzola nos remite a un tango en una magnífica coreografía de Gustavo Mollajoli,

La danza contemporánea cobra protagonismo en la pieza “Daemon”, interpretada por su propia creadora Lisbeth Saad, inspirada en un ser sobrenatural de la mitología griega. El trabajo corporal de esta bailarina cubana es sensacional, pareciera que ese ser, cual escultor provisto de un buril genial, se apoderara de ella dándole vida por momentos, a esculturas de el clasicismo como la Venus de Milo o el Discóbolo, al impresionismo de Rodin, con su Pensador y el desnudo de sus “Movimientos”, impregnados de plasticidad…

En otra pieza de su autoría, “Non”, Lisbeth Saad se convierte en una figura humana. Su danza, convertida en actuación, nos devuelve la imagen de la célebre y atormentada cantante Edith Piaf. La música de Charles Dumond, para la canción “Non, je ne regrette rien” –No me arrepiento de nada– es un momento tierno, sobrecogedor.

Los bailarines del ballet de Santiago de Chile y de Flandes de Bélgica, Sofía Menteguiaga y Sebastián Vinet, ejecutan “Satanela” o “El amor y el infierno”, también conocido como “El diablo amoroso”, consiguen expresar el estilo del ballet de Petipá. Luego regresan con el “pas de deux” del ballet “Carmen”, apartado del original de Petit y Alonso, en una versión de Marcia Haydée, muy sugestiva y bellamente interpretada.

“Pájaro de fuego” ballet original de Fokine y Stravinski, es interpretado por los bailarines Robert Tewsley y Thomas Gallus, siendo una verdadera revelación; la creatividad coreográfica de Marco Göcke es expresada con gran belleza, hay en ellos un virtuosismo corporal impactante, no es un pájaro, son dos, arrullados, en bellísimos momentos impregnados de poesía.

Del New York City Ballet, Ana Sophia Scheller y Nicolai Gorodiskii interpretan con gran brillantez “Temporary Conflict”, coreografía de Andrea Schermoly. Esta pareja cierra esta noche de danza con el famosísimo “pas de deux” del “Corsario”, introducido por Petipa con música de Ricardo Drigo, al original de Mazilier y Adolphe Adam. Este dueto, gema purísima de la técnica académica, en su ritual, -adagio, variaciones y coda- puso de manifiesto el virtuosismo de ambos, sorprendiendo Nicolai Gorodiskii, con sus cabriolas y bellísimos saltos en suspenso, haciendo estremecer al público. Gracias a Mónika Despradel por ofrecernos estas noches de danza, y por su labor encomiable a beneficio del nido que alberga esos ángeles divinos.

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