Deslumbrante exposición de Edouard Duval-Carrié

Deslumbrante exposición de Edouard Duval-Carrié

La galeria Lyle O.Reitzel / Arte Contemporáneo  es no solamente espectacular por su ubicación y sus espacios, sino que suele exponer a artistas con talentos fuera de lo común, provengan del exterior – así Bedia y Gustavo Acosta – o sean dominicanos, maduros como García Cordero, emergentes y  muy prometedores como Gustavo Peña e Hylda Gúzman.  Todos enfrentan exitosamente el gran formato. La última exposición individual fue la de Edouard Duval-Carrié cuyas obras presentadas allí alcanzan niveles de excelencia –  a la cual estamos acostumbrados- y a una nueva preciosidad o más bien preciosismo -que desconocíamos-.

Vale recordar los rasgos que distinguen a Duval-Carrié entre los mejores del Caribe, de América, y quizas más allá… La obra, fuerte y lírica, auténtica y sofisticada, propone un paisajismo interior y exterior, ideológico y político, que mantiene el apego  a sus raíces y antecedentes culturales con un caudal de criaturas sobrenaturales, generalmente oriundas del Panteón Vaudou y  de ficciones extra-terrestres, a la vez que alude al drama y la realidad vivida. Un fuerte y singular “pensamiento” visual se instrumenta mediante el contorno, el color, la material, estética real-maravillosa y totalizante.

Es así como otro atractivo fundamental se aloja en un enmarcado, parte del cuadro, que el maestro construye y elabora, refina y ornamenta, transmitiendo su fruición a un espectador seducido e incrédulo… ¿no será ese marco una corona que “enalteza” la obra? Hoy como siempre, la tensión expresiva, la seducción metamórfica,  la calidad sensorial comunican intensamente gracias a un lenguaje pictórico, barroquizante, modulado, rico en técnicas mixtas y detalles. Duval-Carrié, hijo del Caribe, fervoroso y apasionado,  amplía una definición plástica que él maneja magistralmente, en su iconografía: referencias y representaciones,  imágenes vernáculas reinventadas , y algo más! Es la obra inconfundible, que, en su figuración compleja, rinde un homenaje permanente no sólo a la cultura popular y al propio credo del artista, sino al entorno, a una frondosa naturaleza caribeña, exuberante en vegetación, flores y hojas, suerte de paraiso terrenal antes de que el hombre lo destruyera.

Ahora bien, el presente período pictórico de Edouard Duval Carrié, más allá del pensamiento una reflexión profunda y punzante, es todavía más mágico y embriagador, impactante y duro, que de costumbre. ¿Por qué hablar de dureza y de impacto? La temática se expresa ya directamente desde el título de la muestra, “Life in North Caribbean”, adrede escrito en inglés… y no porque Edouard reside en  Miami y triunfa en los Estados Unidos.  Ese “Caribe del norte” se refiere al mismo tiempo a la isla, Haití  por supuesto, pero también a  la República Dominicana y Cuba, geográficamente hablando en términos de Caribe insular. Sin embargo, hay mucho más, es el Caribe del inmigrante que busca suerte –sino supervivencia- en la soñada Norteamérica. El espejismo de los rascacielos se convierte aquí en un muro, sino una pesadilla asesina (“Dead radiant islanders”). El viaje clandestino de los “boat-people”, en sus barcos acorralados, en su anonimato de mascaras (“Neuf esclaves”,  podría ser un juego de palabras entre nueve y nuevos).

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Afrocaribeñeidad

Hay una tendencia a atribuir a los artistas caribeños – de la diáspora sobre todo – una afrocaribeñeidad exclusiva, y ello sucede en el caso de Edouard Duval-Carrié que indudablemente elabora figuras y símbolos antillanos como expresión fundamental. Sin embargo, ese artista e intelectual culto, hondo conocedor de la cultura europea, también tiene referencias occidentales. Curiosamente, en varios de los rostros y personajes, encontramos un ensamblaje de signos apretados, recordando a los seculares “millefiori” italianos y franceses.

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