Desmitificación y transformación de cultura y sociedad

Desmitificación y transformación de cultura y sociedad

Nuestra cultura es un sincretismo amorfo en  constante adquisición de elementos exógenos. Los elementos autóctonos desaparecieron casi totalmente, y los africanos tienen escasa vigencia. Nuestros rasgos culturales dominantes son europeos y del capitalismo subdesarrollado. El otro elemento distintivo de nuestra etnia es que somos el más mulato de los países (Moya Pons). No hay siquiera un prototipo de dominicano, sino que muchísimos, o sea, ninguno. Desaparecidos los nativos y domesticados los africanos (quienes ni tenían un lenguaje común), las diferencias educacionales y ocupacionales, pero sobre todo de ingreso, y un poco las regionales,  explican la mayor parte de las diferencias entre nosotros.

Lo que nos tipifica y hace únicos es la diversidad. Lo que nos diferencia de otros ese factor común cuyas valiosísimas consecuencias no han sido suficientemente vindicadas.

Las fallas de nuestra “sociedad” en cuanto a incorporarnos, darnos educación y cultura común, han producido un individuo socialmente desarraigado, en tanto no se auto reconoce como miembro de pleno derecho de la sociedad-Estado; creyente en la existencia de la otra vida, y las consecuencias espirituales y conductuales  personales que de ello se derivan; entre confundido y orgulloso acerca de su identidad racial, pero con gran apego a su tierra, su familia, a ciertas costumbres y a un símbolo abstracto: su bandera, que de algún modo nos vincula emocionalmente con una historia ignorada o con el proyecto heredado de nuestros fundadores. Apreciamos la diferencia que tenemos con otros pueblos, no solo con los haitianos. Eso es lo que hace relativamente viable y gobernable este país, y no otra cosa.

No creo posible lograr la reconstrucción de las culturas y de las almas de este pueblo basándonos en tradiciones ni estructuras que nunca fueron favorables, ni en voluntades de políticos ni gentes mundanas. Únicamente  podemos hacerlo desde el futuro, desde el proyecto cristiano y el plan de Dios. La Biblia explica (Deuteronomio 7.7) que las costumbres perversas hay que erradicarlas, abandonarlas, y que la cultura es un instrumento de vida y salvación, para identidad y defensa, para misión y proyecto socio espiritual. Costumbres, artes, ciencias o tradiciones no deben ser fetiches de religiosos, científicos, ni para entretención de turistas. Menos aún, para ser usados como instrumentos de dominación.

El dominicano es una persona desmitificada, desinhibida, descreída: un excelente punto de partida para hacer un hombre y un pueblo nuevos. Duarte cifró la clave en la bandera: Sin Dios no hay patria, ni libertad. El plan nacional debe basarse en la utopía. Nuestra transformación solamente funcionará si la afincamos en el futuro; no desde un pasado que no tenemos, ni sobre una cultura disfuncional, inexistente, híbrida, deteriorada; ni de estructuras inicuas, sino desde la locura del evangelio de Cristo (1 Corintios, 1. 23).

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