Desmoradolización colectiva

Desmoradolización colectiva

Se siente en el ambiente un aire de desmoralización, a veces de desesperación y encabronamiento y no faltan los que ven todo con mucho pesimismo. Eso es producto de un largo periodo de gestión gubernamental que no se cuida ni en lavarse la cara, como tampoco en mostrar algo diferente a lo que viene haciendo hace seis años. Los funcionarios son los mismos, salvo raras excepciones, aun teniendo muchos de ellos serios problemas de gestión, de transparencia y de imagen pública.

Ni hablar de su accionar, que ha demolido el frágil desarrollo institucional que se había alcanzado en los últimos años. Violar la ley no es un obstáculo para estas autoridades si con ello logran algún objetivo político o económico para su provecho personal.

El partido de gobierno, por su parte, está convencido de que va por buen camino por el éxito obtenido al ganar tres elecciones consecutivas. Entonces ¿por qué cambiar si lo bueno no se cambia?

¿Pero bueno para quién? Obviamente para los que han acumulado una inmensa fortuna desde el poder, convirtiéndose en el grupo social más adinerado del país, aun comparado con los viejos robles de la oligarquía criolla.

Pero de lo que no se dan cuenta estos nuevos millonarios que nos gobiernan, es que esas victorias electorales han sido compradas con fondos públicos y ese dinero se evapora muy rápidamente. Y cuando todo pasa, incluyendo las celebraciones, la decepción hace estragos. Los déficits, producto del despilfarro, comienzan a generar presiones internas y externas, atrasos en los pagos a suplidores y contratistas, paralización de obras públicas vitales, búsqueda desesperada de más recursos y conflictos con todos los sectores.

La gente pierde el empleo que consiguió antes de las elecciones, no recibe sus pagos por los servicios prestados o los bienes vendidos y tampoco el carguito o la ayuda que se le prometió porque las arcas públicas están secas.

Ante esta avalancha de complicaciones, presiones y criticas, el Gobierno saca su única carta de presentación, que es el “crecimiento de la economía” para neutralizar a sus detractores, creando con ello más irritación en la gente que se pregunta en cada rincón del país ¿Dónde coño esta ese crecimiento?

Ese alto crecimiento no se ve en la industria, no se ve en las zonas francas, no se ve en el turismo y tampoco en las remesas. En fin, no se ve en ningún sector generador de empleos y riquezas. Simplemente está en el gasto del gobierno, en el uso de US$750 millones (28 mil millones de pesos) de los bonos soberanos que se dilapidaron en tres meses para garantizar el triunfo electoral. Eso, obviamente, al margen de los narco dólares alegres que ingresan al país para ser sometidos a una limpieza profunda.

Mientras tanto, la apertura escolar, con sus libros e inscripciones inalcanzables, sacude el bolsillo de las familias. Pero también los precios de los alimentos comienzan a subir, la tarifa eléctrica la indexan silenciosamente y a los combustibles le aplican la misma medicina. Toda la mierda viene junta, como diría un pesimista, que quizás no ha leído las noticias internacionales donde se da cuenta de la grave crisis que amenaza nuevamente a la economía mundial. Quizás es mejor que no se entere. 

Pero no hay problemas. Para seguir con el despilfarro gubernamental, las autoridades buscan desesperadamente en Washington que el FMI le aumente el tope al déficit fiscal fijado en el acuerdo Stand By. Pero también que le dé un respiro con el endeudamiento. Después de eso, todo está resuelto “para ellos” y que el país se vaya a la mierda.

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