Desnudando la privacidad

Desnudando la privacidad

Hubo una época en la que el “sazón” de los vecinos se conocía por la filtración del guiso o el hervido. En algunos casos se sabía del manjar por el intercambio de platos, aunque con menos frecuencia.

Las galas domingueras o “los estrenos” salían a relucir en los festejos barriales o, en los escasos clubes de moda.

Pero las cosas cambian, y el mundo dominicano tomó otros derroteros. La tecnología sepultó la privacidad, los comportamientos íntimos.

De gran utilidad cuando se le aplica en la difusión de mensajes y orientaciones personales, la tecnología llegó también para mal… para desnudar la privacidad humana.

Convertidas hoy en instrumento de persuasión por grupos civiles organizados, las llamadas “redes sociales” han venido a desterrar costumbres y discreciones.

La vida privada quedó sepultada en los mensajes de texto, en los correos electrónicos y en las fotografías “subidas” a un sistema de intercomunicación que mucho pudiera aportar.

Lo que se come o se bebe, lo que se viste o se calza ya es de dominio público, del aplauso o de la crítica popular.

Resultará placentero exhibir las poses graciosas de la familia, para el disfrute general, pero hay actitudes que deberían reservarse para el uso íntimo.

“Subir” a la redes en tiempo real un movimiento de nuestros compromisos ordinarios, como una diligencia financiera, puede derivar en lamentable resultado. La indiscreción no tiene límites y los delincuentes no toman descanso.

La transformación urbana y tecnológica ha generado alteraciones en nuestro quehacer diario, en la cotidianidad, pero no todos los progresos deben ir de las manos con la exposición pública de la conducta personal.

Los dominicanos somos muy ágiles para “importar” costumbres, pero rezagados cuando de protegernos de la delincuencia se trata.

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