Desnudos

Desnudos

RAFAEL TORIBIO
La tormenta Noel puso al descubierto lo que nunca hemos querido ver. La verdad de lo que ocultamos: que somos un pueblo inmensamente pobre, aunque un sector minoritario viva como si fuéramos ricos.

También nos reveló lo que sucede cuando posponemos lo que hace mucho tiempo debió hacerse y las consecuencias de la precariedad institucional y carencia de recursos económicos, humanos y técnicos de los organismos que tienen que ver con la prevención y preservación de vidas y bienes frente a la furia de los fenómenos de la naturaleza.

Las lluvias de la tormenta nos hizo reconocer la situación en que malvive la mayoría de la población, que no es la que habita en los polos turísticos, en los barrios de la clase media y alta de los centros urbanos, ni tampoco en el polígono central del Distrito Nacional.

Vimos la cara real de la pobreza, no la del dato estadístico frío que nos dice, muy mal contado por cierto, que más del 40% de la población es pobre. La televisión nos presentó, de repente y para que nadie pudiera ignorarlas, la miseria, la indigencia y el sufrimiento de los muchos que nada tienen.

La debilidad institucional de los organismos que tienen la responsabilidad de prever la ocurrencia de fenómenos naturales y evitar que se transformen en «desastres naturales» y  sociales, se nos manifestó de manera desgarradora y brutal. Los muertos aun no sabemos con   exactitud cuántos son y los damnificados con dolor y sin hogar esperan y tendrán que seguir esperando.

Nos dimos cuenta de la extrema vulnerabilidad de la mayoría de la población, que vive en zonas de alto riesgo, no porque quieran, sino porque es el único lugar donde puede construir una miserable vivienda, a las orillas de los ríos y de las cañadas, con la anuencia irresponsable de las autoridades que deben evitarlo.

Nos percatamos que estando «en el mismo trayecto del sol», pero también de los fenómenos naturales, que ahora se desarrollan con más virulencia por efectos del cambio climático, no ha sido posible que nuestros gobiernos dispongan de los recursos económicos, humanos y técnicos para la prevención adecuada y la respuesta eficaz ante los efectos de estos fenómenos. No por falta de recursos, sino de voluntad política y visión estratégica de verdaderas prioridades nacionales.

Pero en medio de la desgracia pudimos apreciar otras muchas cosas. Comprobamos las terribles consecuencias de que ante una amenaza nacional el gobierno en pleno, empezando por el Presidente de la República, se encontrara dedicado a labores de campaña electoral, siete meses antes de las elecciones.

También hemos contemplado, con estupor y vergüenza, la utilización de la tragedia humana para la búsqueda de rentabilidad político electoral.

Pero también hemos tenido la oportunidad de comprobar, una vez más, la gran capacidad de solidaridad de los dominicanos y dominicanas, sobre todo de los que menos tienen, que se desprenden de lo que les hace falta para entregarlo al que más lo necesita.

Apreciamos, y valoramos, cómo los medios de comunicación suplieron la deficiencia del gobierno en mantener informada a la población de la ocurrencia del fenómeno atmosférico. Gracias a sus esfuerzos conocimos lo que venía, lo que ocurrió y sus trágicas consecuencias.

La tormenta Noel nos obligó a vernos como somos, no como queremos ser, ni como nos dicen que somos. Que mientras unos se vanaglorian de pertenecer a la sociedad del conocimiento y navegar regularmente por internet, la inmensa mayoría de la población tiene por preocupación fundamental la supervivencia en medio de precariedades y limitaciones materiales y espirituales.

Nos hizo evidente también los graves problemas sociales que debemos solucionar que nos hacen ser pre-modernos a pesar de la modernidad en la que se nos dice que estamos, que es más virtual que real.

Además de habernos desnudados y hacer que no viéramos como somos, la tormenta Noel hizo evidente también que las prioridades de la nación no han sido, ni son, las verdaderas prioridades de nuestros gobiernos.

rtoribio@intec.edu.do

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