Con el fallecimiento de monseñor Agripino Núñez Collado desaparece físicamente un excepcional hombre de fe y de dones para fungir de mediador en conflictos sociales y políticos, con más de un resultado exitoso y siendo él mismo, por las formulaciones que propiciaron entendimientos, un protagonista vencedor de contradicciones.
Fuese por mandato de su Iglesia, usualmente preocupada por la gravedad de conflictos nacionales, o inspirara, como generalmente ocurría, la confianza necesaria en las partes enconadas, el noble cura de La Galeta, Santiago, puso siempre sus mejores oficios para hacer confluir voluntades.
En muchos episodios de la historia moderna, Agripino Núñez logró colocarse, como fiel de balanza, en el punto equidistante entre antagonistas difíciles de conciliar, generalmente entre polos sindicales, empresariales o políticos o ante disyuntivas de agudos distanciamientos que el país debía superar en favor de la institucionalidad.
La Iglesia tuvo siempre en Monseñor Núñez un soldado de compromiso, que súbitamente regresó del exterior en los comienzos de su sacerdocio para colocarse en primera fila contra los acosos de la dictadura de Trujillo tras enérgicas cartas pastorales que denunciaron su ignominia.
Como uno de los primeros rectores de la Universidad Católica Madre y Maestra, de tantos frutos académicamente enriquecedores para la nación, Agripino escribió páginas para la historia que hacen dolorosa su partida. Paz a sus restos.